La palabra no es neutra, anda cargada de historia y de sentido por todos los senderos humanos. Se distingue el alma que la anima por las banderas que agita y los sentimientos que provoca. Ninguna palabra buena insinúa crueldad ni malquerencia, sus frutos nunca son crueles ni salvajes sus consecuencias, no así en el vocablo ladino por más que vista de protectores sus adjetivos ofensivos. Quien discierne con previdencia el consejo que le ofrecen no hiere a su vecino, no necesita envolverse en la irresponsabilidad de los consejos malévolos, porque sabe que los consejeros maliciosos no son leales amigos, conocen el sentido de su ideal y dan cuerda a quien los sigue no para tener más libertad sino en muchos casos para acabar ahorcandoles con ella.
"Hay quien oiga delictuosas insinuaciones de malicia o indisciplina en lo que concierne a la tranquilidad interior, a las cuestiones de familia o al trabajo común. A veces el hombre respira en paz, desenvolviendo tareas que le son necesarias; sin embargo es alcanzado por el consejo de la envidia o de la desesperación y se perturba por falsas perspectivas, penetrando, inadvertidamente, en laberintos obscuros e ingratos. Cuando reconoce el equivoco del cerebro o el corazón, se vuelve, ansioso, hacia los consejeros de la víspera, más el mundo inferior, exclama burlonamente: - ¿Qué nos importa? Eso es contigo."
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