miércoles, 12 de julio de 2023

Un millón.

 Cuando levanto la vista de un libro y vuelvo a mí, me embarga una sensación extraña aunque corriente de irrealidad y me pregunto cuando estoy más viva, cuándo soy más yo, cuando me embarco en una aventura con la lectura o cuando regreso a la vida corriente, siempre un poco más vulgar que la poesía. Lo que si tengo claro es que quien no regresa más vulgar soy después de leer un poema soy yo.

La literatura siempre pone en el día a día una pincelada de color, no importa si el trazo es grueso o fino ni el fondo que lo somete. Si la lectura es alegre o seria, si la historia es trascendental o futil. 

Existen los estados alterados de conciencia que nos llevan de la mano hacia otros espacios y otros tiempos sin que la disociación que ello conlleva convierta la vida en un trastorno.

Cuando la realidad se pone cruda, la imaginación abre la puerta y nos lleva de la mano a parajes menos áridos donde recobrar el cuerpo y solazarnos con la lluvia y el prado verde o por el contrario nos golpea con una maza contundente hasta reventarnos por dentro para caer en la cuenta de lo importante.

La poesía escribe con letras menudas terribles dolores, amores inmarcesibles, placeres delicados y todo lo puede porque la imaginación es el arma más poderosa que los seres humanos tienen a su disposición para superar los embates de la vida y porque humanos todos no hay sentimiento que nos sea ajeno. Por más endurecido un corazón siempre hay una pequeña grieta por donde entra la luz. No somos ajenos unos de otros. Tal vez por eso la sensibilidad humana sabe poner el bálsamo en la herida y nada existe más potente que el consuelo.

Sin embargo, en tiempos de mercado salvaje, es posible prostituir el alma sensible de las personas escribiendo a favor de la cuenta de inventario.

La palabra como la imagen son lo que la intención de la voz y la pluma hacen de ella.

Monetizar la vida hasta deshumanizarla, convertir lo más sagrado en calderilla para asegurar una vida para la que no existe póliza de seguro que la cubra, es poner en riesgo innecesario la legitima esencia de vivir.

En una "Proposición indecente", Robert Redford tentaba con un millón de dólares comprar una noche de cama a Demi Moore. Prostituir a una mujer y a su compañero por medio del dinero, del mucho dinero para qué? Para obtener un orgasmo o para destruir una familia? En cuanto valoramos nuestra intimidad? nuestro pudor, la esencia mas intima de nuestra alma? En una sociedad monetarista y sin fundamento el tentador gana, los derrotados se entregan en la creencia de que el dinero puede comprarlo todo, consolarlo todo, perdonarlo todo y claro, se equivocan. Se destruyen por dentro que es el único lugar del mundo donde el dinero no tiene entrada. Alguien cree, todavía, que se puede vivir sin dignidad?

La poesía no se compra ni se vende, como el cariño verdadero, porque la pureza del ser no se encuentra en su cartera sino en su corazón interior y a esa tierra sagrada la usura la arrasa, pero no la calma ni la siembra. Cuando se pierde la inocencia del corazón ya no hay regreso a la vida buena.

Se le puede poner precio a muchas cosas que no tienen más valor que el que el mercado le da, pero vivir siempre será  otra cosa.

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