jueves, 31 de mayo de 2012

David



Venía a casa con su madre y su hermana Bea cada vez que la gallina sacaba pollitos. Eso solía ser en el mes de mayo. Especialmente cariñoso, de esos niños que inspiran ternura, que son muy transparentes, que tiene la mirada más limpia e inocente. Después y  a pesar de haber dejado atrás la infancia no se ha dejado contaminar.
Amable, buena gente, divertido y guapo. Amante de la naturaleza, de la escalada, deportista, solidario, currante, siempre dispuesto, generoso sin vender favores, generoso porque si. Profesor de educación física, además entrenado futbolistas chiquitos.
El sábado comenzó a desvariar un poco, algo extraño, nervioso, se le veía con la mirada un tanto perdida. Le acompañaron al médico, llegó con una crisis de ansiedad, le medicaron y le enviaron a otro hospital. En el camino le volvieron a medicar. Llego tan dormido que solo pudieron dejarle en observación hasta que pasara el efecto del medicamento. Despertó, sofocado, le faltaba el aire.
-Abre la ventana, me ahogo, abre la ventana, abre, abre por dios!
Su madre abrió la ventana y David y sus veinticuatro años se lanzaron al vacío buscando el aire que no le alcanzaba, que no  conseguía inspirar. Ella  quedó  con su camisa entre las manos.
No era mucha la altura, pero el golpe fue todo para la cabeza.
Han donado todos sus órganos, después han visto entre sus papeles que era donante, no lo sabían.
Nunca había visto tanta gente llorar tanto.
No entiendo nada.

6 comentarios:

  1. puf, me he quedado helada. Que duro.

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  2. Así, de sopetón! ¿Qué coño le medicaron?
    Es para no entender nada, desde luego.
    Un abrazo abrazo

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  3. yo tambien creo que de una crisis de ansiedad nadie se tira por la ventana así sin intentar oxigenarse de otra manera, estoy con alson, qué coño le medicaron????

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  4. Qué duro. Ufff. Sin palabras, Cereza.

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