Un burro cargando la imagen de un santo y otras reliquias, caminaba por las calles de la ciudad. Y por donde pasaba entonaban himnos y quemaban incienso. Paraban para verlo y dirigían la mirada en su dirección con miradas de admiración.
Algunos hasta se arrodillaban.
Imaginando que todas las honras eran para él, el burro, lleno de orgullo, marchaba soberbiamente delante del pueblo.
Y hasta paraba estratégicamente cuando percibía que la multitud aclamaba.
Alguien que por allí pasaba, observando la pose del animal, adivina lo que le pasa por la cabeza y dice:
-¡No seas tonto, burro insano! ¡Deja de lado esta presunción! ¿Eres pobre de cabeza? No ves que los homenajes y las preces de los suplicantes son para el santo que cargar y no para ti?
¡Cuántos burros se imaginan adorados por los hombres!
¡Cuántos magistrados que nada saben son aplaudidos por la imponencia de su toga!
martes, 27 de mayo de 2014
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Y cuantos hay de dos patas!!!
ResponderEliminarQue tengas un buen día Cereza.
Gracias Rosa M. Ojalá que también tú tengas un día esplendido.
Eliminar:)
Me gustó la fábula podría ser de nuestro Iriarte.. así es la vanidad humano..
ResponderEliminarun saludo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarUn mundo de apariencias.....
ResponderEliminarTeatro, Pepa, la vida es puro teatro...
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