El cuerpo también habla y escribe. Taconea con golpes de voz bronca vocales y rimas sin terciar palabra ni grafiar papel.
El cuerpo rasga las horas del tiempo y convierte el calendario en un reloj cubierto de sal sin salida al mar.
Las hojas del otoño ruedan hacia la primavera secas y muertas mientras los esqueletos sin fruto danzan el baile de la muerte con prestancia e invierno.
Se estremece la epidermis, la piel tiembla.
El estruendo de los versos se aboca al vacio y el acanttilado espera los besos suicidas de bocas abiertas de hierbabuena verde y limón.
Juntos los sentimientos dispares rasgan el cielo y las cucarachas desvirgan el sonido con su ruido de morir.
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