Evanescente,
sin saber que atalajes la adornan
o de qué origenes renace
se presenta entre tules y sedas
mientras yo la anhelaba flor de algodon.
Evanescente,
vestida de invierno,
con la piel herida por un aliento gélido
a un paso de alentar el soplo de vivir.
Evanescente,
como una lámina acerada, elegida,
sofisticada y exclusiva
entre la apetencia y el empeño de anhelar,
respirar,
brotar al aire mientras un escalpelo me atraviesa de parte a parte.
Vana,
hueca,
vacia,
hambrienta
asi la encontre.
Así me dejo.
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