miércoles, 18 de diciembre de 2019

Viaje a Úbeda

Ya había visitado la ciudad algunos años atrás. Sin embargo, debe ser que la compañía de entonces merecería el olvido o el paso a mejor vida, según le preguntáramos a una o a otra parte, por lo que la ciudad quedó sepultada en las mismas células grises que el acompañamiento, y  tal vez por eso he descubierto de nuevo con otros ojos y otra compañía una tierra que es de por sí misma inolvidable.

Cuando llegamos una niebla espesa nos recibió con los brazos abiertos al punto de dejarnos casi ciegas. Ya intuíamos que la tarde se abriría en luz, pero por lo pronto no nos permitía perdernos entre sus cerros sin peligro de muerte como al bueno de Alvar Fánez, alias el mozo de quien se dice que pacientemente esperaba al rey  Santo, Fernando III pero este no llegaba nunca, y claro ¿cuándo llegó?  pues en el momento más inoportuno, justo cuando el joven acababa de conocer el amor y ante la orden de reunirse con él o con su recien enamorada, no dudó, y de todos es sabido que a los reyes no se les hace esperar...

-¿De donde vienes  a  estas horas, de hacer qué y con quién?-preguntó su majestad.
-Pues de por ahí...de dónde voy a venir. De andar por los Cerros de Úbeda, respondió Alvar.

La niebla nos impidió caminar la tierra roja de los campos de olivos, pero no que recorriéramos la ciudad con guía incluida. Sacra se llama la susodicha y es muy divertida lo que ayuda bastante a retener tantísima información como nos ofreció del lugar y sus gentes, de modo que gracias a ella conocimos a Francisco de los Cobos y a su sobrino Vázquez de Molina a quienes agradecimos infinito que aflojaran el bolsillo para que Andrés de Vandelvira dejara caer su pañuelo sobre nuestras cabezas tanto en el palacio renacentista, como en el Hospital de Santiago o la Capilla del Salvador del Mundo. Vandelvira se respira en cada rincón de Úbeda y a ello la ciudad y quienes la visitamos debemos agradecerselo de corazón no solo a los señores antes mencionados sino también a sus siete hijos, los cuales no le permitían el lujo de no trabajar a destajo en la ciudad.

Muy recomendable por calidad/precio el hotel donde nos alojamos, "La Casas del Cónsul", aunque nuestra primera opción fuera "El Palacio de Úbeda". No pudo ser para dormir pero si visitamos el Spa. El masaje que incluía la tarifa fue estupendo, casi tanto como el recorrido por el agua.

El tapeo por la zona es habitual. Se come muy bien  y a precios razonables. Cada consumición incluye la tapa, incluso si ya están servidas las raciones.


Entre "Misa de doce", "Antique" y "La Tintorería" nos prendamos del tomate rico y el revuelto de gambas y pulpo de la primera, el paté de perdiz de la segunda y los ochios de morcilla de la tintorería. Para el bailoteo  final, "Juana, la Beltraneja" que nos sorprendió por el fuego de leña en el salón y la decoración  almodovariana entre dos ambientes que no se mezclaban nunca como el agua y el aceite de la zona.

Por la mañana del domingo compramos algo de cerámica, el imán para la nevera  y por supuesto, aceite de primera prensada sin filtrar. Me impresionó el esfuerzo del mercado para hacer atractivos sus aceites a través de envases y envoltorios sumamente originales y la variedad de productos que se derivan del olivo, incluido él mismo.

Ha sido un viaje corto pero intenso. No es por nada que tanto Úbeda como Baeza sean Ciudades Patrimonio de la Humanidad y que, curiosamente,  dependen la una de la otra para continuar con el reconocimiento de la Unesco. Están condenadas a entenderse a pesar de sus diferencias y los motes que se dedican, algo que sucede entre todos los pueblos hermanos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ayer

 Esconde tus manos, como si fueran garras de  usura, Esconde tu alma  como si fuera lodo feroz Oculta tus ojos, que nadie lea la vergüenza e...