sábado, 23 de marzo de 2024

Semillas y raices

 Hay historias y recuerdos que guardamos en el alma que no sabemos que forma tienen ni que verdad late en ellas porque no las compartimos con nadie. Semillas y raíces profundas que esperan la luz tierna y la tierra generosa de unos ojos profundos que nos ofrezcan espacio y tiempo  para lanzarlas al viento de marzo, para permitir que se eleven, para que elijan la tierra más afín a su esencia y ocupen su lugar en el mundo. Un día llega en que un ambiente de confianza se nos permite  darles alas y anchura para sacarlas de lo hondo de la placenta oscura hacia la luz.

Y aquella historia que encajaba perfectamente en el puzzle de nuestra memoria toma vida propia, ya no nos pertenece. El recuerdo se toma la libertad de elegir su camino, se legitima a  ser un relato por derecho propio, se permite elegir su escenografía, su respiración, su lugar en el mundo y  como los hijos llegan a ese día en que abandonan el nido para ser ellos mismos en la atmósfera que les es propia.

Vienen de  nosotros pero no son nuestros, no nos pertenecen, se mecen en el agua lustral (bendita) de la sensibilidad de nuestra alma y crecen a nuestra vera, pero no pueden permanecer todo el  tiempo a  nuestra sombra. 

Para saber quienes somos necesitamos conocer las raíces que nos pueblan y entonces entender cual es nuestra especie,  intentamos dar los mejores  frutos de nuestra estirpe. En nuestros genes habitan las miserias de la humanidad, pero también el coraje y el valor de los seres nobles. Un día, alguien nos pregunta por quienes eran nuestros héroes de la infancia y aparecen las historias de  nuestros abuelos, de nuestras tias, de nuestra familia y las historias que escuchamos y el tiempo que convivimos con ellas. No  no eramos conscientes de su valor, pero comenzamos a hablar de ello y la emoción nos invade. Nos inunda de tal modo que no podemos contener las lágrimas que  hacen honor a su dignidad. El otro es un espejo que nos refleja y no nos cambia el sentido pero nos permite vernos desde afuera y desde una prudente distancia podemos entregarnos mejor a la vida. Y la vida nos regala entonces una emoción que nos conecta con lo más hermoso de nuestros afectos.

 

 


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