jueves, 5 de noviembre de 2020

Velos

Es como si fueramos desapareciendoeEntre el móvil y la mascarilla. Me rodea una sensación de burbuja transparente donde todo lo que queda fuera se distorsiona. Echo de menos la realidad por muy fuerte o intensa que pudiera parecer. Los aromas, los olores, la aspereza del tacto, la caricia de la seda... necesito sensaciones reales, no que mi cerebro complete aquello que no salta a la vista o permanece oculto detrás de un trapo. He conocido mucha gente nueva, solo puedo ver sus ojos y mi cerebro completa el rostro en función de lo que ve, y según puedo comprobar somos mucho más atractivos desde el arco de la nariz hacia la frente que hacia el mentón. Reconstruyo labios, pómulos y mentón pero cuando lo recreado se destapa pocas veces coincide con lo imaginado, casi siempre es menos atractivo de lo que lo perfilé, aún así lo prefiero. De tanto aislarnos del virus también lo hacemos de la realidad. Hace poco decia una niña que la mascarilla consigue que se introyecte a su propio mundo y siente que ya no le importan los demás. Esa percepción no le gusta, pero no puede esquivarla. Su aportación coincide con mi creencia de que cuanto más nos encerramos en nosotros mismos más ínfimos quedamos y más irrelevantes percibimos aquello que nos rodea. Si no dejamos de observarnos por fuerza encontraremos razones enfermizas para no salir de nosotros mismos y por experiencia sé que no hay montaña mayor.

 

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