domingo, 18 de octubre de 2020

Tiempo para jugar.

 Lo bueno de tener un patio grande es que se puede jugar a casi todo sin prisa ni presiones.  Mis plantas no piensan lo mismo,  pero aguantan como unas campeonas los balonazos, las caídas sobre ellas o la última  bala  ante el tirano de turno.  Y mientras jugamos, charlamos. Tiempo de realidades diferentes. A la misma vez pueden ser los espías más peligrosos de la ciudad intentando atravesar el foso de los cocodrilos y dos niños de primaria que soportan las horas de escuela con las mascarillas caladas hasta las cejas.

-¿Qué tal te va en el hospital, tita Pi? 

-Pues bien, Lauri.

-¿Curas a mucha gente?

-Si, claro y los opero a corazón abierto  y sin anestesia.

-¡Venga!!

-Oye, que es verdad. Los hipnotizo o les cuento una de tus historias y caen en extasis al momento, palabra de honor.

-¡Anda ya!!

Entre diálogos de la tercera dimensión y del día a día pueden sucederse varias horas, varios rasguños, algunos arañazos con la pared o cien caídas con el balón.

-Pi, la pared se me ha echado encima y me ha roto la uña...

-Eso no es nada. No seas pusilanime, ahora la hundimos. A ver...sana, sana culito de rana.

Se giró para mirarme como si yo fuese una extraterrestre.

-¿Así curas tú?-, dijo mirandome desde muy alto.

-Sí, ¿qué pasa? ¿no te gusta? Si quieres busco el soplete- le digo mientras la persigo como si fuera con él en la  mano.

 -Tita, eres rara. ¿Lo sabías?

Y yo pensé, lo extraño es que hayais tardado tanto en descubrirlo.

-Que yo no soy rara, hombre. Soy poco común, nada más.

-Que va, eres rara rara.

-Vaya y yo que creía que no os daríais cuenta de mi altura y mi inteligencia sin par...

 Diegui comenta entonces, como sin intención como para consolarme, que ser raro no es tan malo. Yo cortaría mi brazo derecho por ser raro, me dice. Te lo digo en serio.

¿No se habrá dado cuenta aún? No tendrá que desprenderse de tal apèndice...

-¡Anda ya!

Vaya cuadrilla.

 Lo raro no es que seamos peculiares, lo raro sería que estando juntos no nos divirtieramos.  Lo de menos son lo márgenes. Nos queremos y eso conociéndoles no es para nada extraño.






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