lunes, 18 de mayo de 2020

El arte de sentarse en una silla

Decía mi madre que de todo podría arrepentirme en la vida menos de la honestidad y la coherencia para con ella (se referia a ellas dos, me figuro) Esas y otras raras virtudes  tienen mala prensa y están tan anticuadas como el agua de colonia a granel, a saber: honestidad, prudencia, compasión, generosidad, coraje...También hablaba mi madre sobre el arte de sentarse en una silla. Ese era un talento que no todos dominan y que dice tanto de quien lo practica...! Mi padre, por ejemplo,  solía sentarse "al revés", es decir, usaba los peinazos para apoyar los brazos y dejaba la espalda a aíre, Mará suele sentarse apoyando el brazo izquiedo sobre el lateral como si fuera en moto al estilo femenino de los años cinquenta; Laura se sienta y la hace bailar, y Diego se coloca el asiento en la cabeza mientras juega a llevar un casco intergaláctico. Nadie se sienta del mismo modo en la misma silla. Hay quien puede hacerlo en un asiento de anea como si fuera terciopelo, quien se sienta en una esquina, quien apoya las caderas de alto en bajo y de adentro afuera, quien se apoya a la mitad o es de un culo de tan mal asiento que se mece sobre una pata y siempre parece que se fuera a caer de ella. Hay quien la utiliza el día entero y quien ni para comer la usa, quien apoya los dos pies y quien cruza las piernas con arte,  variantes al gusto,  pero, sobretodo, observo dos manera muy diferentes de sentarse que lo dicen todo de quien se apoya- Están aquellos que pueden acomodarse a un asiento lleno de papeles,  una caja de lápices, tres piezas del lego, el envoltorio de un donuts, un bote de zumo, dos bolis y una caja de chinchetas  se acomodan a una superficie mínima y no parecen estar incomodos ni molestos en absoluto, y están aquellos que solo saben usarlas con el asiento despejado de todo y lo hacen tan comodamente que  nada les perturba la acción. Estos últimos no entienden como pueden los primeros sentarse de tal manera.
Julio Anguita ha sido un hombre honesto que supo sentarse siempre en una silla de respaldo recto y asiento libre. Yo aprendí de él a no tenerle miedo a la verdad y a no contemporizar con la frivolidad y la vulgaridad de lo aparente, a mirar más adentro y a defender lo que se siente, a la indignación justa y a la pedagogía valiente.  Siempre me pareció un hombre contundente y libre que sin caer en el insulto ni en la ofensa defendia con argumentos lo que ahora se defiende con la violencia verbal de quien no tiene nada que decir. Hoy pude ver unas imagenes sobre su funeral y vi  a la gente de la calle, al pueblo sin alharacas ni maquillajes aplaudir y despedirle con emoción y agradecimiento por la enseñanza, por la lucha y, sobretodo, por el ejemplo. De esto último, también hablaba mi madre:  No tomes ejemplo de los malos ejemplos, decía. Hoy, ella que no pudo nunca caminar hubiera aplaudido desde su silla de ruedas libre de todo impedimento.
Gracias por todo, Sr. Anguita, por la lección y por los pasos.

 La tierra le ha de ser leve a un espíritu tan claro y firme como el suyo.

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