jueves, 26 de diciembre de 2019

Navidad 2019

Nunca te culpes
por haber amado.
Por haber confiado.
Por haber ayudado.
Nunca te culpes
por creer
en la bondad humana,
en la amistad verdadera,
en el amor eterno.

Estamos en el mundo
para perder y ganar.

Felices fiestas :)

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Viaje a Úbeda

Ya había visitado la ciudad algunos años atrás. Sin embargo, debe ser que la compañía de entonces merecería el olvido o el paso a mejor vida, según le preguntáramos a una o a otra parte, por lo que la ciudad quedó sepultada en las mismas células grises que el acompañamiento, y  tal vez por eso he descubierto de nuevo con otros ojos y otra compañía una tierra que es de por sí misma inolvidable.

Cuando llegamos una niebla espesa nos recibió con los brazos abiertos al punto de dejarnos casi ciegas. Ya intuíamos que la tarde se abriría en luz, pero por lo pronto no nos permitía perdernos entre sus cerros sin peligro de muerte como al bueno de Alvar Fánez, alias el mozo de quien se dice que pacientemente esperaba al rey  Santo, Fernando III pero este no llegaba nunca, y claro ¿cuándo llegó?  pues en el momento más inoportuno, justo cuando el joven acababa de conocer el amor y ante la orden de reunirse con él o con su recien enamorada, no dudó, y de todos es sabido que a los reyes no se les hace esperar...

-¿De donde vienes  a  estas horas, de hacer qué y con quién?-preguntó su majestad.
-Pues de por ahí...de dónde voy a venir. De andar por los Cerros de Úbeda, respondió Alvar.

La niebla nos impidió caminar la tierra roja de los campos de olivos, pero no que recorriéramos la ciudad con guía incluida. Sacra se llama la susodicha y es muy divertida lo que ayuda bastante a retener tantísima información como nos ofreció del lugar y sus gentes, de modo que gracias a ella conocimos a Francisco de los Cobos y a su sobrino Vázquez de Molina a quienes agradecimos infinito que aflojaran el bolsillo para que Andrés de Vandelvira dejara caer su pañuelo sobre nuestras cabezas tanto en el palacio renacentista, como en el Hospital de Santiago o la Capilla del Salvador del Mundo. Vandelvira se respira en cada rincón de Úbeda y a ello la ciudad y quienes la visitamos debemos agradecerselo de corazón no solo a los señores antes mencionados sino también a sus siete hijos, los cuales no le permitían el lujo de no trabajar a destajo en la ciudad.

Muy recomendable por calidad/precio el hotel donde nos alojamos, "La Casas del Cónsul", aunque nuestra primera opción fuera "El Palacio de Úbeda". No pudo ser para dormir pero si visitamos el Spa. El masaje que incluía la tarifa fue estupendo, casi tanto como el recorrido por el agua.

El tapeo por la zona es habitual. Se come muy bien  y a precios razonables. Cada consumición incluye la tapa, incluso si ya están servidas las raciones.


Entre "Misa de doce", "Antique" y "La Tintorería" nos prendamos del tomate rico y el revuelto de gambas y pulpo de la primera, el paté de perdiz de la segunda y los ochios de morcilla de la tintorería. Para el bailoteo  final, "Juana, la Beltraneja" que nos sorprendió por el fuego de leña en el salón y la decoración  almodovariana entre dos ambientes que no se mezclaban nunca como el agua y el aceite de la zona.

Por la mañana del domingo compramos algo de cerámica, el imán para la nevera  y por supuesto, aceite de primera prensada sin filtrar. Me impresionó el esfuerzo del mercado para hacer atractivos sus aceites a través de envases y envoltorios sumamente originales y la variedad de productos que se derivan del olivo, incluido él mismo.

Ha sido un viaje corto pero intenso. No es por nada que tanto Úbeda como Baeza sean Ciudades Patrimonio de la Humanidad y que, curiosamente,  dependen la una de la otra para continuar con el reconocimiento de la Unesco. Están condenadas a entenderse a pesar de sus diferencias y los motes que se dedican, algo que sucede entre todos los pueblos hermanos.


lunes, 9 de diciembre de 2019

¿Qué es eso...?

Andrés tiene un jardín magnifico. Su casa es preciosa gracias a ese jardín. Allí jugué  de niña en muchas ocasiones con sus hijos y mis hermanos persiguiéndonos alrededor del brocal del pozo y escalando las tapias bajas que daban al otro lado de la calle.

Andrés es el padre de mi amigo Paco. Andrés debe tener cerca de  noventa años y, aunque su cabeza es muy lúcida y no representa los años que tiene, alguna que otra vez su mente se queda como en pausa.

Ayer por la mañana, ambos estaban sentados en los sillones de mimbre del jardín. El hijo leía el periódico y Andrés tomaba el sol, entonces el padre le preguntó:

-Hijo, qué es eso que está al otro lado de la fuente?

-El rosal, papá, dijo Paco, sorprendido, levantando la vista del diario.

Al cabo de diez minutos, Andrés volvió a preguntar:

- ¿Hijo, qué es eso que hay al otro lado de la fuente?

-Papá, ya te lo he dicho antes, es el rosal. Y continuó con su lectura.

No trascurrieron cinco minutos cuando Andrés volvió a la carga.

-¿Hijo, qué es eso que hay enfrente, al otro lado de la fuente?

-¡Papá! -dijo Paco-  ¡ya está bien! ¿No piensas dejarme leer tranquilamente el periódico, verdad? Es el rosal, te lo he dicho antes, y además lo sabes de sobra. ¡Basta ya!

No pasaron dos  minutos cuando Andrés comenzó de nuevo a hablar.

-No te acordarás, hijo, porque tú eras muy pequeño, dijo. Te gustaba escalar hasta mis rodillas y hacerme mil preguntas. Casi siempre las mismas y yo te respondía siempre.

-¿Qué es eso, papá? y yo contestaba veinte veces cada tarde: el rosal, hijo, el rosal de mamá; La fuente, hijo, la fuente azul de la pared; la ventana, hijo, la ventana del salón; la persiana, hijo, la persiana verde de la ventana del salón; el grifo, hijo, el grifo de la fuente azul de la pared...y así ad infinitum.

¿Lo recuerdas...?




lunes, 2 de diciembre de 2019

Hay que ver Rita...

Salimos a comprar cromos aunque llovía. A ellos que cuando no les interesa algo se oponen con los argumentos más espurios no tuvieron ningún reparo en la lluvia como en otras ocasiones. El motivo lo merecía, las excusas son para otros temas sin importancia. Los tres caminamos muy cómodos debajo de un paraguas minúsculo mientras la lluvia arreciaba. Cuando llegamos, el quiosco estaba cerrado. Su gozo en un pozo y yo contenta porque tendríamos que volver a casa y dejar de mojarnos los pies, pero no, que estuviera cerrado no los desanimó,  no fue impedimento para que recorriéramos el más de kilómetro y medio que nos separaba de la tienda de Rita, donde algunas veces compramos chuches y cabía la posibilidad de encontrar los dichosos cromos. Tampoco allí los había. La mala suerte nos perseguía. Sin embargo, Rita nos dio conversación un largo rato . Ella también es fan de "La Guerra de la Galaxias", y hay tanto que hablar de eso! Cuando salimos de la tienda ya era de noche y nos encaminamos a casa a toda velocidad mientras yo gruñía como un gorrino jabalí por la tarde que me estaban dando y ellos se partían el pecho a mi costa.

-Tita, qué le pasa a Rita en la cara? preguntó Laura cuando se hizo un silencio.

-Nada, solo es una cicatriz que le cruza la mejilla derecha. Fue en un accidente, sabes? Rita es una de mis heroínas preferidas. Hace muchos años hubo un incendio en la casa de al lado de su tienda y Rita trató de ayudar a sus vecinas a salir de la casa. Eran muy mayores y tuvo muchas dificultades para arrastrarlas a la calle sanas y salvas, pero lo consiguió. Cuando ya se encontraban fuera una de ellas se lamentaba por los animales que quedaron atrapados en el corral y Rita no se lo pensó dos veces y entró a salvarlos. Llevaba una toalla en la cara para no respirar el humo terrible, pero algunos  cristales de la cristalera del patio estallaron por el calor y uno de los pedazos le rozó la parte del rostro que  no llevaba cubierta con la toalla, y esa es la señal que te ha llamado tanto la atención, Lauri.

-¿Y salvó a las gallinas? Sí, fue un poco temeraria pero escaparon del fuego.

Laura estaba tan admirada de la valentía de la vendedora que exclamó:

-¡Hay que ver Rita! ¡Qué mujer más buenorra, verdad?


Bueeeeeno!  Tal vez el adjetivo "buenorra"  no es el más indicado en este caso, pero sí que fue valiente nuestra amiga, les dije mientras intentaba contener la risa.

Creo que necesitamos con urgencia una clase sobre  la adecuación de los adjetivos...

Ayer

 Esconde tus manos, como si fueran garras de  usura, Esconde tu alma  como si fuera lodo feroz Oculta tus ojos, que nadie lea la vergüenza e...