Las personas tenemos muchos miedos ancestrales que nos colocan en una posición de fragilidad que ha llegado a enfermar a la sociedad. Tenemos miedo a la guerra, a la violencia, a la pobreza, a la muerte y,
curiosamente, también tenemos miedo de amar. Hoy, más que nunca, los seres no se aman, se arman y en lugar de seres amados encontramos seres armados hasta los dientes, probablemente por miedo al abandono.
Por el miedo o por incapacidad de amar nuestra sociedad vive entrenando a los seres para tener pavor al compromiso. Se adora tener sexo, el placer de los primeros días de la relación, la seducción esporádica, pero se tiembla delante del compromiso. El miedo de perder inviabiliza cualquier relación, porque el amor es siempre riesgo, confianza, entrega.
La incapacidad de amar es la siguiente: quiero todas las ventajas placenteras de la relación, pero mi miedo de perder me hace no querer los riesgos posibles del compromiso. Y como siempre, quien todo lo quiere, todo lo pierde. Pierde, sobre todo, la vivencia gustosa del amor, el compañerismo, la sensación de inclusión y la paz de aquellos que se relacionan con afecto y ternura.
El miedo a perder, el miedo al abandono, el miedo a la soledad, el miedo al compromiso dan campo abierto a los celos y en vez de tratar de sanar esos miedos se finaliza la relación, creyendo que la próxima será mejor.
De hecho cada relación es la preparación para la próxima, desde que yo crezca, aprenda a trabajar mis limitaciones, a superar los miedos y a cultivar un camino menos árido para el próximo encuentro.
jueves, 22 de marzo de 2018
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