miércoles, 28 de febrero de 2018

Baldes de harina

Con ella aprendí que la literatura no es la vida; que el escritor no es su obra; que los golpes que más hieren no llevan marca de enemigo; que la caricía que no nutre intoxica; que el desinterés no es altruismo; que la indiferencia parece, pero no es serenidad y acoraza el corazón. 
Yo la esperaba sentada en su embarcadero, viendo anclar naves que plegaban velas, barcos que se hacían al mar y marinería que trasegaba entre blancos y azules, mientras esperaba la marea alta.
La ilusión te embarga, te embarca y te emborracha de pasiones dirección a resacas vacías de alcohol.
"La vida acontece.
 Hay que embarcarse. Acompasar el camino. Voltear para genera vida."
En realidad, las vueltas aturden, no hay acompasamiento posible entre caminantes de direcciones opuestas.
Los asparabanes que mueven el aíre no varían el viento, solo son extravagantes movimientos llenos de drama que no conducen a ningun punto.
No estaba preparada para  molinos de tiempo.
En sus aspas inicié el remonte hasta el mediodía y desde allí me despeñe en dirección a los meses que pulvericé en la espera, mientras la rueda convertía en harina mi corazón.


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