Ya solo las palomas visitan la iglesia,
las aves y las almas penadas que
vuelan bajo.
Dentro del templo caen a diario copos de nieve
sobre cabezas que rulan
despacio y rezan sin prisa.
Dentro del santuario la música se expande
y eriza la piel recién planchada y el corazón febril
se solaza.
En el altar descienden dos mil años
misericordia
que se extinguen de a poquito
el desorden y la ambición
mientras un espejismo reclama
a los fieles que un dios
los reciba en un reino sin fin.
Dentro del templo las risas de los niños
renuevan el aire de las esperanzas cortas
e iluminan la faz de una mujer que reza en silencio
entre las soledades del vacío y la compasión que no llega
tarde otra vez.
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