miércoles, 12 de abril de 2023

 Cuando nos conocimos, yo tenia cinco años y a él le quedaban unos meses para cumplir los seis. Entre los primeros recuerdos de la escuela, guardo con especial cariño la dulzura de nuestra primera maestra y sus intentos de leer de corrido en un capitulo  del "Mundo nuevo" de primero. Le costaba un poco vocalizar, pero nunca le temblaba la voz. Él no lo sabia pero yo le envidiaba secretamente algo que nunca estaría a mi alcance, a saber, su segundo apellido, "Peynado". Así lo encuentro escrito en el reverso de  las fotos que guardo de niña, en respaldo de scay del sofá, en la pared del salón: Pila Catero Muño Peynado. Además del apellido, le envidiaba el pelo, un pelo muy liso y muy brillante mientras yo lo tenia extremadamente rizado. No sé porque pero yo me fijaba mucho en él.

Aunque era un poco tímido y a veces parecía serio, tenia la sonrisa más bonita de la escuela, una sonrisa que no  ha perdido jamás y no porque no le hayan sobrado motivos para ello, sin embargo, ha brillado con ella donde quiera que se encontrara porque siempre ha sido un hombre templado pero no tibio. Ha recorrido sus días con una afección que le inmovilizaba el cuerpo pero nunca el ánimo porque  nunca ha parado quieto.   

Y ahora cambiaré de pronombre.

 Emanaba de ti una  alegría dulce, una serenidad  tierna y una bondad natural que transmitías con tu saber estar y tu disponibilidad para la vida. Gentil, generoso, afable, amante de tu familia, amigo de tus amigos, has tratado con igual gentileza a niños, a tus pares, a mayores, generando siempre a tu alrededor una atmósfera de cariño como solo pueden conseguir los corazones fuertes. Solo quien es bueno es fuerte y tú ha sido, fundamentalmente, un hombre bueno. Puede que tus piernas no pudieran caminar y tu voz no tuviera el timbre agudo, pero nunca susurraste de otro y tu pasos siempre han sido firmes.

Ahora ya no tengo  cinco años, tengo muchas canas, casi no leo de corrido  y  no recuerdo nunca donde dejo las llaves. He desvelado mi secreta admiración por ti y por tu apellido y ahora lo haré por esa familia que te ha acompañado siempre en el invierno y en el estío, que te ha llorado tanto y da ejemplo de lo que es verdaderamente un familia, la atención, el cuidado, esa capacidad de entrega  de quien no  piensa primero en sí, porque sabe que si alguno de los suyos cae no habrá felicidad posible sin darle la mano y caminar con él aunque sea de rodillas. Las personas como tú y como ellas brindan más claridad al mundo porque para darse en el dolor y alegrarse sin maca en la alegría hace falta mucho amor puro en el corazón. 

Cuánto me alegro de haberte conocido.

Buen viaje, compañero!


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ayer

 Esconde tus manos, como si fueran garras de  usura, Esconde tu alma  como si fuera lodo feroz Oculta tus ojos, que nadie lea la vergüenza e...