lunes, 24 de enero de 2022

Brene Brown

 Cuando una mujer se gusta  a sí misma se convierte en un peligro. Es peligrosa porque  puede perder incluso el  sentido estético y vestirse con cualquier prenda de ropa que encuentre en su armario aunque su perro se harte de ladrar horrorizado cuando la ve mezclar flores, lunares y rombos en el mismo atuendo y sobre sus mismos  hombros. Para llegar a ese extremo es posible que antes haya recorrido ese hilo que viene desde el lugar opuesto. A la valentia desde la vulnerabilidad. A la esperanza desde  la disciplina. A la asertividad desde la verguenza.  Desde la verguenza al abrazo de su propia carencia. La valentia no coincide con la comodidad jamás porque para  ser valiente hace falta mucho corazón y la comodidad suele vestirse con las prendas de la escasez. Cuando alguien se decide a vivir y sentir en la arena, sabe que caera, que se levantara para volver a caer y rodara entre las piedras y la rocalla, sabe que el sol le quemara la piel y las córneas, que no será fácil mirar a la cara a los suyos cuando el fracaso le arrebate la ilusión de ser perfecta, pero si persiste un tanto más, si es capaz de soportar la vergüenza, si puede exponerla a la luz con humildad sin  permite anidar  en la oscuridad de lo oculto, la vergüenza morira porque no soporta el sol, la luz, la conexión entre las personas.

 Quien es valiente no sabe si triunfará, de lo único que está seguro es del fracaso. El fracaso es la argamasa de la audacia, del atrevimiento, de la bravura porque no se llega a ser valiente sin exponerse en la arena y todos somos tan vulnerables que mostrarnos humanos resulta en ocasiones intolerable, por eso salir al extrado y arriesgarse al ridículo posible, a la caida, al desvalor  El valor es proporcional a la vulnerabilidad que estas dispuesto a soportar.  Para una mujer  reside en su físico, el valor de los hombres en no parecer debiles. Todos tenemos miedo, para pararle los pies al miedo es necesario exponerlo a la luz. Hacer el trabajo que nos cabe y tal vez arriesganos a decir te quiero antes del postre.

Formar parte del universo no es lo mismo que encajar en él. Para encajar es necesario pensar qué quieren que digas, cómo y cuándo, qué vestir y en qué momento. Pero encajar en el mundo no nos permite vestir como deseemos. Por eso una mujer que se gusta sabe que puede vestir con rombos y flores y no desentonar. Ser valiente tiene muchos inconvenientes y por serlo se paga un precio. No serlo tambien tiene un precio y es no vivir con  alegria.  Ganar no es llegar en primer lugar y ocupar el podium más elevado. Ganar es arriesgarse a perder, perder y aún así estar agradecida por haberlo intentado.

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