Algunos días retorno del trabajo con el corazón envuelto en un lienzo de algodón blanco para que no se me ahogue entre las alambradas y el filo romo de un bisturí.
Algunos noches regreso con el corazón convertido en un boruñito de angustia arropado por el pañuelito blanco de llorar penas porque si en el estruendo de cada conmoción mi pobre corazón se hiciera añicos dónde habría yo de ir a recoger cada pizca esparcida por las murallas del hospital.
Algunas noches vuelvo con el espíritu arrebatado por el dolor de los niños sin madre y convertida en un mecano roto que la paciencia recompone hilo a hilo mientras entrelazas entre mis dedos todos los mimbres de amanecer.
Algunas veces la suerte se sienta a mi lado deshojando margaritas y contengo la respiración con la incertidumbre de un futuro pendiente de un hilo al capricho de los dioses.
Sin embargo, algunas veces entre las noches de luna oscura y los paseos de olmos negros asoma la aurora con la potesad de cambiar un café destemplado en un helado de nata blanca para que no fenezca en medio de tanta angustia.
Así las polaridades se expresan:
Al lado del veneno, el antídoto.
Junto al dolor, el remedio.
Al otro lado de la amargura, tú.
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