jueves, 13 de agosto de 2020

L.

Te quiero

 y me resulta extraño

 amarte y como te siento,


como no lo hice antes,


como no lo haré más.


Te quiero

 con los ojos entornados y abiertos,

con la luz naciendo y muriendo

 a su tiempo.

 Te quiero

 de la forma extraña de querer

 que es amar sin saber

sin buscar,

pero queriendo.

Te quiero

de tal forma y manera

con tal "tempo"

que no puedo hacer nada más

que quererte como te quiero.

miércoles, 12 de agosto de 2020

Vino y olvido

 Nunca me pesó aquel vino que pagué y se quedó en la copa. En aquella ocasión, la verdad se reveló en el cristal más fino, en el que merecía escanciarse un caldo noble y caro como aquel que no fue cultivado para morir en el olvido y el desdén de sus labios. No fue necesario leer los posos del café ni echar las cartas sobre el tapete, la mezquindad del gesto fue tan potente como un láser en los ojos. Allí donde yo creí ver un día  un elemento cálido y noble como la madera se reveló un palo endurecido y reseco mal maquillado de verde entre sus oquedades rugosas. No había nada jugoso en su esencia, en algún momento de su niñez el exceso carbonizó la savia nueva al punto de tranformarla en la raíz amarga que siempre destiló, después, por supuesto, de una edulcorada luna de miel que jamás fue dulce. Siempre creyó que era quien se suponía, caminaba con el aíre de quien viste el abrigo de pieles más caro y los zapatos del tacón más fino, pero  comencé a verla sin cataratas en los ojos, amante de las canciones que guardaba para sí, conocedora de todas las letras, incapaz de sentir  música alguna, de un swing descabalado y sin ritmo.

Doy por concluído el duelo y por bien empleado el tiempo que gasté en la espera mientras los días recomponen mi pulverizado corazón porque la lección fue dura pero no mortal y hoy aun convalenciente, agradezco infinitamente que los ojos que me miran no sean ni molinos de tiempo ni veletas de chapa... y eso merece un brindis. ¡Salud!

 





viernes, 7 de agosto de 2020

Migrañas

 A veces, necesito leer libros que no digan nada, solo para consumir palabras como si fueran tragos de licor. Cuando leo en versión "solo palabras" no hilo  frases ni me preocupa su significado ni mucho menos su ortografía o su sintaxis, de modo que puedo leer en todos los idiomas del mundo. Solo sorbo las letras y veo como se desplazan hacia mi cerebro por el ascensor  entre planta baja de mis ojos y el arco gótico de mi nariz. Suben sin hacer casi ruido y se van colocando por los huecos de mi cerebro de tal manera que al ratito de leer mi mente se ha convertido en un ladrillo, un lugar donde los átomos ya  no son átomos porque no queda espacio entre ellos ni para la física quántica. Entonces cualquier ruido se convierte en un estruendo y todo  desploma como los edificios de adobe en un terremoto.

A veces de las entretelas de mi cabeza se elevan unas burubujas de colores metálicos que no sé de donde proceden ni que buscan o que quieren, solo sé que desde las profundidades de los sonidos se deslizan unos lazos de consistencia etérea que comienzan a elevarse hacia las orejas y estacionan en la parte superior del pelo como jirones de nube despedazados por el viento antes de la tormenta. 

Algunas veces,  necesito dejar que todo aquello que me vive en desorden yerba afuera a borbotones porque amenaza con colapsarme como si aguantara la respiración debajo del agua durante más tiempo del prudente. Cuando esto sucede se eleva un rumor de mar embravecido desde el pecho hacia la cara que colorea todas  mis pecas de un rojo tan intenso que duele. El galeno dice que son petequias borrachas de vino  y por eso comienzo a caminar como un borracho en días de feria y provocan esa  hemorragia de teatro que me arrebata después.

 Algunas veces necesito acunar mis penas y dormir sobre mi halda esa alegria ingenua que alborota a la loca de mi casa para no morir de poesia o de loca que tanto da.

Once días de confinamiento.

Once días de confinamiento alividados paradogicamente por alguna compra de medicamentos y el pan nuestro de cada día que ahora es el pan nuestro en días alternos.


jueves, 6 de agosto de 2020

Sedas y espartos

Llegaba desde una tierra cultivada entre caminos  de arena y yerba verde  con pies descalzos y andariegos que recorrian las sendas con alegria y se desplazaban entre la rocaya y el arenal seguros del terreno que pisaban sin descuido. A lo lejos ella resplandecía con una luz dorada y atractiva en una senda pulida y recamada de suavidades, plena de  aromas intensos de maderas fragantes, de barricas de  vino nuevo y roble antiguo. En ella se apreciaba el intenso trabajo del alquimista por conseguir decifrar el espiritu del vino sin que la fruta hubiera  siquiera fermentado en el jaraiz. Y yo que atravesaba los puentes y los puertos ahogándome sin otro  empuje que el de sobrevivir en medio de la hostilidad, me deslumbre ante su ciencia y su conciencia. Sin embargo,  los pies callosos no descansan entre sabanas de seda, se enganchan entre los hilos finos y se hieren entre los mimbres de la miseria.  Para los caminos pulidos y dorados son necesarios zapatos de tacón y medias de cristal con el brillo intenso de una pasarela vidriada. Todo era mentira.  Solo un espejismo de aquel desierto de renombre que tanto recorria con la lengua y al que yo no sabría  señalar en ningún mapa. Aún me ciegan las retinas sus palabras al punto que  solo puedo mirarla de lejos. Ella, con su parche de pirata se duele de las cicatrices al socaire que restañan al cierzo de marzo y yo lloro  sin consuelo expuesta al abrego de abril. Pero es que ella solamente ve la vida con un ojo tuerto que acomoda a un solo punto de luz. No se deslumbra porque esta acostumbrada a una sola direccion: La suya. La empatia, la compasión, la piedad, la bondad, la sinceridad y el compañerismo quedaron sacrificados en una finta de espada en su primera infancia. No la culpo de su miopía sino de la ceguera que  provocó en mi corazon.Este no infartó, se quedo ciego e inerte de mí y no reparó en la pata de palo con la que me empujó de nuevo al mismo mar proceloso, al  los puentes y los puertos que tuve que atravesar de nuevo, sin brazos, para ver la luz. 

Asi es la vida, nos permite germinar en tierra extraña y florecer entre cierzos y extraños aunque el sol no nos conozca y el rocio no nos alcance. Dentro de nosotros el agua dulce también es mar. Y si bien fue un reto salir del pozo aún guardo  algo de la poesía que de un modo u otro  posó en mi corazón, aunque lo hiciera sin querer o aunque ella no haya leido nunca los versos q sin saberlo escribió. Somos pluma y tinta. Todos escribimos  algo y somos escritos por alguien q pasa a nuestro lado y nos roza, lo intuyamos o no.

sábado, 1 de agosto de 2020

Entre el recuerdo y la ausencia

Con los ojos cerrados vuelvo a recorrer la linea de tu mano, el perfil de tus dedos, la piel que me conmueve.

 Con los ojos cerrados escucho el latir de tu corazón expresado en cada mirada, en cada sonrisa tuya tierna y verdadera.

 Con los ojos cerrados vuelvo a verte y a sentir tu presencia tan cerca de mí como tu aroma. 

Con los ojos cerrados te cuento como las plantas de agua florecieron en agosto y sus flores blancas perfumaron todo el patio.

 Puedo contarte de los pequeños, de como hablamos de ti y les conmueve tu historia,  puedo traerte noticias de tus muy queridas  amigas y de como me visitan con las primeras flores de la primavera para colocarlas a tu lado con la sinceridad del gesto más entrañable.
Te echo irremediablemente de menos y a veces lloro. Y sabes, soy muy llorona. Lloro por todo y algunas veces por nada, pero nunca lloro como si no tuviera esperanza. No me enseñaste a perderme y gano siempre. Aunque llore. Y te aseguro que cuando hay que arremangarse, no dudo. Y cuando hay que apretar los dientes, o empujar el carro no me evado. Mantengo esa sensación dulce de nuestra convivencia, de nuestro entendimiento y si la vida me deja boca abajo algunos días tu recuerdo me pone irremediablemente de pie. Vivo entre el recuerdo y la ausencia, trato de ser valiente. Sé que si alguna valentía me visita, sigues siendo tú, mirándome, como siempre, con los ojos muy abiertos.

Te quiero, mamá.





Ayer

 Esconde tus manos, como si fueran garras de  usura, Esconde tu alma  como si fuera lodo feroz Oculta tus ojos, que nadie lea la vergüenza e...