martes, 28 de abril de 2020

Duelos ausentes

Mis manos son un árbol
sus raíces son tus pies clavados
a una tierra agreste de hojas secas que los circundan,
los arañan y los pulen con días de lija y
noches de luto.

Esta nostalgia  anclada en el paseo
de los olmos negros, 
abre la puerta a  hormigas voraces,
borrachas ya de tanta pena,  que devoran los días
con hambre lustrada.

Una espiral de ruedas concéntricas
gira sobre sí  un día y otro
como el torno del alfarero sobre un disco de vinilo
que destruye el barro y lo convierte en polvo.
Las agujas del reloj giran locas vueltas contra la pared.
Nada hay ya proyectado,
todo es polvo suspendido y quieto.

No hay despedidas,
ni besos compasivos al mármol de la muerte
solo una alambrada de bayonetas que
separa un alma de sus almas
en frontera hacia un hueco vacío
que ni flores requiere.

Una caja triste de fe agotada
encierra un nombre

sin  certeza alguna
escrito sobre un papel macilento y
sospechoso que una mano aprieta.

No somos de nadie,
no vivimos días de nadie,
ni siquiera somos de nosotros mismos.


No lo fuimos nunca
cuando nos marchamos.





1 comentario:

Ayer

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