viernes, 5 de octubre de 2018

Octubre

Mis compañeras de trabajo de estos días apenas conocen veínte palabras castellanas, no más de las que yo conozco en su idioma, sin embargo, en medio de un secarral más de julio que de septiembre hemos mantenido una relación tan cordial como si hubiéramos aprendido juntas el primer abecedario. Hoy nos hemos despedido on esa tristeza dulce de haber compartido calima y sudor en la misma tierra.

La palabra siempre es vínculo, pero la mirada, el gesto, la mímica en los corazones nobles se entienden tanto mejor que si se hablaran.

Es verdad que algunas veces nos faltan conversaciones sinceras y abiertas donde la verdad no sea  una piedra en la mano y sí un horizonte común de entendimiento, pero hoy estoy convencida de que la intención habla más alto que los fonemas.

Mis mejores amigos han sido siempre personas con las que he trabajado arduamente. Compañeros de trabajo que nos esperan cada mañana y de los que sabemos esperar porque son capaces de dar y nos dan el valor de su misma humanidad. No esperar nada de nadie o esperarlo solo de una misma es muy descorazonador.

Algunos días nos recomponen el alma con abrazos, aunque sean de despedida,  de esos que te dan la vida no importa en que idioma vengan. 

A veces, para continuar juntos no hace falta caminar lado a lado. También los caminos paralelos acaban por convergen en algún punto.




1 comentario:

  1. Un hermoso vocabulario el que nos describes. Me alegro por ti.
    Un beso

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