lunes, 23 de julio de 2018

Escuela Escritura 5

Llevar el pelo corto se ha convertido en un liberación más después de mi separación y dejar las canas sin colores en un acto de rebeldía o de reencuentro, no lo sé muy bien. En cualquier caso, todo son símbolos hoy.

¡No es posible que salgas así a la calle!- hubiera dicho mi padre de haberme visto de esta guisa.

-Pues también de ti me libero, papá! De ese padre que no es mi padre sino el padre del manual de la esmerada educación. Me libero de esa parte de ti que soy yo siendo tú. De esa parte por la que me tachan de contradictoria y ambigua y eres tú en mí.

He perdido el reloj de oro que me regaló en nuestro primer aniversario. Otro disgusto que ha acabado convertido en un gusto. He descubierto que los relojes de oro sirven para perderlos. Todos deberíamos perder alguno alguna vez. Por más que me guste comprar joyas, lo que más me apetece es perderlas para que me apetezcan con más ganas, casi como a las personas...Cansada de ellas, perderlas les confiere un atractivo que no  tienen cuando sabes donde se encuentran y están seguras en esa "caja fuerte" que eres tú misma.

Hoy me vestiré distinta, con una simple camiseta blanca que me haga joven y con esos vaqueros rotos que me hacen libre,pero para salir a la calle sin disfraz hace falta mucho valor, casi más del que estoy dispuesta a soportar hoy. No me iré sin las gafas, esas gafas blancas que de ser negras parecerían un antifaz.

¡Lista! Ahora a comerse el mundo. Ese mundo que no es un brownie de chocolate como hasta ayer, sino un hueso duro de roer. Ese hueso que escondí bajo tierra hace tanto y del que me olvidé como si no fuera mío y oculto no reclamara  por mí.

Salió a la calle buscando un lugar donde verse tan nueva y tan radiante.


¡Qué ganas de salir a caminar y a dejar  huellas! ¡Qué ganas de sentir que formo parte de este mundo, de saber que soy alguien en este universo. De saber que si estoy aquí es porque la naturaleza necesitaba de mí libre y viva, y no  la mala copia del manual de la buena esposa, la buena madre, la buena hija escrito por todos los hombres de la tierra.

Al volver la esquina de la Avenida de la Libertad se encontró con el neón de un escaparate que anunciaba la última temporada de bolsos de Louis Boutton, su preferido. Se acercó y como siempre se miró en el cristal del escaparate que le devolvió la imagen de una mujer distinta con fondo de tienda cara. Justo en la esquina junto al bolso más maravilloso que habían contemplado sus ojos un espejo no reflejo su imagen.
Todavía quedaba algo por desandar.

Bueno, lo mismo los bolsos maravillosos también están para perderlos-, pensó.
El corazón le dio un vuelco mientras  giraba la puerta hacia el interior.

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