Cuando llegué a Cuenca
acaricié entre los dedos su tierra.
Y la tierra me habló del árbol,
el árbol me acercó al pájaro,
el pájaro me trajo el canto
y con el canto volvió mi madre...
Con la madre retornó el alma
a la piedra agreste.
Brotó el agua...
Y alma tienen el canto,
el pájaro, el árbol, la piedra,
y la mano que con tinta cincelan
la paciencia eterna del tiempo
y su mano abierta.
Grata, siempre.
Ex toto corde.
domingo, 10 de junio de 2018
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