viernes, 31 de mayo de 2019

Dice mi Sole...

Dice "mi Sole" que "la nostalgia es una pena que se arrastra sin zapatos". Y ella lleva descalza dos años, arrastrando los pies por el camino duro de la ausencia. Dice que lo que más echa de menos es su voz por las mañanas, su mirada tranquila, su disponibilidad, su conversación fluida y cariñosa  y, sobretodo, su intuición.  Esa sabiduría ancestral que el TAC no reseña y que la Resonancia Magnética no identifica. Yo no sé si la intuición es un conocimiento que guarda nuestro espíritu en algún rincón de su materia gris o si solo se trata de la experiencia acumulada a lo largo de las generaciones. En su caso, lo mismo a la intuición hay que buscarla en los genes, en  las nanas de la noches,  en el cuidado y en el instinto de supervivencia por sí misma y por la prole.

A menudo, mis intuiciones son certeras, como las de la madre de mi Sole, pero a ella no le sirve mi intuición, porque lo que necesita es la confianza y la incondicionalidad del amor que la madre le ofrecía.
Ahora, ella se convertirá en su propia madre y desarrollará su propia intuición, mientras tanto continúa sintiendo la vulnerabilidad de la infancia, la sensación fría de la ausencia  y la orfandad de su mirada. La vida nunca vuelve a ser la misma cuando nuestro ombligo ya no es la referencia del hogar materno.

Me ha encantado su frase y me la repito: "La nostalgia es una pena que se arrastra sin zapatos".

jueves, 16 de mayo de 2019

Viajar

Es verdad que has recorrido el mundo varias veces, que tus pies han hollado tantos caminos del planeta que han aprendido a dejar huellas en múltiples idiomas. Claro que viajar es maravilloso y  conocer lugares diferentes y gentes distintas proporciona una patina de cultura a la mente que siempre será positiva. Todo esto es muy bueno, pero si a pesar de haber recorrido el mundo en tantas ocasiones aún no eres capaz de salir de ti mismo hacia quien te necesita al otro lado de la acera donde vives, o a quien comparte contigo mesa y mantel,  puede que lleves miles de kilómetros en tu maleta, pero no te habrás movido del sitio.

lunes, 13 de mayo de 2019

Cuenca

Titula Belén su exposición de pintura,  "Cincelando el tiempo". Yo disiento y concuerdo con ella siendo a la vez par e impar - haz y envés. El tiempo no es neutro sino formato sensible a lo material y a lo etéreo;  el garante que media entre la siembra y la flor; el que solo se deja esculpir mientras nos talla.
Si algo tienen las tintas de B. sobre el papel es el fruto del tiempo,  la talla del espíritu libre que guía la plumilla  y la retrata con la profundidad de un  horizonte que vierte desde muy hondo, que se hace luz al contacto en el papel. No solo se ve la Serranía de  Cuenca, se  la camina en la imagen sobre las dolomitas que se contemplan sencillas y simples como si así lo hubieran sido siempre y no hubieran luchado a muerte con el humedecer de  la lluvia y el mar de los siglos que han dormido y despertado en ella hasta tallarla hoy.  Las piedras hablan, como habla el barro para que los geólogos lean en ellas  las letras fósiles que ilustran qué la vida fue y cómo fue. Belén traduce la escritura de la piedra y nos la retrata con su pulso firme y honesto. No necesita adornar la lámina porque la realidad llena el espacio y es tan hermosa que no precisa más carmín. La tierra que retrata Belén perfuma el aíre con las semillas del lirio que acunan dentro la una y la otra.

Cuenca verde, que no gris ni marrón como la imaginan los mapas,  despereza la patina del tiempo y del espacio para sorprenderme gratamente entre la sementera crecida y el tomillo floreciendo bajo un cielo azul sin complejos.  Si bien arcaica y solariega, hoy es luz y mano amiga que sella en su abrazo un pacto de amistad que viene ya de otras vidas y continua hacia otro tiempo. Como si de la pieza de un puzzle se tratara, las Hoces del Huecar se han acomodado en el  espacio que desde anataño las esperaba aún sin saberlo, de su orografía madura para recomponerme un tanto más. No hay fisuras ni fallas solo el sonido del encaje.

Gracias por todo, Belén,  que el tiempo madure a la vez pluma y roca para que puedas cincelar de tu mano y compartirlos desde el  interior con quienes desde afuera vendremos a abrazarlo contigo una vez más con el gusto de retornar de adonde nunca nos fuimos.

domingo, 5 de mayo de 2019

Abandono de Lorena Pronsky

ABANDONO
A todos nos abandonaron un día.
Y cuando digo abandonar, no me refiero sólo a un acto extraordinario.
Traumático.
No.
Es más simple.
Pero duele igual.
A todos nos abandonaron en el medio de un quilombo.
En el inicio de un proyecto.
En el placer del logro cumplido.
En el momento menos pensado.
En el momento más esperado.
A veces pasa, que te das vuelta y no tenés quien te junte los mocos, quien te dé la palmada en la espalda, quien te guiñe el ojo cuando algo te salió bien y quien te limpie las rodillas cuando te fuiste al pasto.
Todos sabemos de la soledad que se siente cuando nos sentimos solos.
Porque todos fuimos abandonados un día.
Y entonces, encontramos un secreto tristísimo, un acto paliativo, para tapar ese pozo.
Vemos gente que se come la angustia tragándose un paquete de cigarrillos,
el otro que corre y corre como un loco a ver si el viento en la cara le vuela ese agujero en el pecho.
Personas que se comen las uñas junto con los nervios y la ansiedad paralizante.
Paquetes de galletitas que van a parar a la boca sin noción de que lo que se intenta matar, no es el hambre.
O por lo menos , no ese.
Pibes que se perforan la nariz y las venas, con alguna que otra cosa que lo pase a otra realidad por un par de horas.
El otro se pone a jugar lo que no tiene.
Vos comprarás compulsivamente cosas que no necesitás, para sentirte un poco vivo por un instante.
Y yo me quedaré mirando una película, que me habilita disimuladamente a llorar mirando afuera, lo que no tengo ganas de mirar adentro.
Es que somos tan jodidos con nosotros mismos que cuando peor estamos, es cuando más nos castigamos.
Porque todo eso que te comés, te come a vos.
Te pone peor.
Te suma al abandono, la culpa de hacer algo que sabés que no es genuino.
Que no es lo que querés.
No comés así por hambre.
No corrés por deporte, cuando te estás rajando de vos.
No te intoxicás por placer.
No te acostás con esa mina por amor.
Tapás.
Escondés.
Tirás abajo de la alfombra.
Cerrás los ojos.
Te ponés un bozal y un par de auriculares para no escuchar tu corazón.
Date cuenta.
Te estás comiendo a vos.
Y quizá, el secreto esté en frenar.
En sentir.
En recordar, que en ese abandono lo que te falta, es lo que tenés que buscar.
Amor.
Quizá sea hora de pedir ese abrazo.
De acostarte en las rodillas de tu mamá.
De poner la pava y llamar diciendo, sí, te juro que te necesito.
Es ahora.
Después no.
Ahora.
Andá a esa casa.
Hablá con quién te escucha.
Llorá.
Gritá.
Decí.
Vomitá.
Pedí.
Da.
Ahora.
Hacer malabares, en medio del despelote, no tiene más que un resultado despelotado. Resultado que no va a curar la herida que te sangra, porque le estás metiendo una curita.
Y las curitas no curan.
Las curitas tapan.
Y vos sabés muy bien que el dolor tapado no es dolor sanado.
Pará un poquito.
Mirá en el espejo de tu alma.
Frená.
Mirá lo que te falta y salí a buscarlo en dónde creas que lo puedas encontrar. De verdad.
No revolotees como mosca en platos vacíos.
Pedí lo que necesitás si ves que solo no podés.
Porque no hay peor abandono que el que se hace a uno mismo.
Con eso no se juega.
No tenés derecho.
Lorena Pronsky

Ayer

 Esconde tus manos, como si fueran garras de  usura, Esconde tu alma  como si fuera lodo feroz Oculta tus ojos, que nadie lea la vergüenza e...