sábado, 23 de junio de 2018
Adiós
Algunos amores son arrebatados por la muerte y se lloran con dolor profundo, pero si no hay deudas, si se ha vivido con armonia y con afecto, la muerte duele infinitamente pero no te deja infeliz.
A otros afectos los arrebata la vida y no se entienden hasta mucho después, cuando ya no duelen y no importa.
Dejo en manos del tiempo aquello que ya no quiero ni puedo escribir. Dejo en manos de la vida, todos los amores que fueron, que no pudieron ser y que no quisieron ser. Dejo en manos de la naturleza el afán de los días por venir y hoy puntúo por lo bajo y aún así sigo ganando.
La palabra adiós es muy bonita.
lunes, 11 de junio de 2018
Poema de hace tiempo.
Podría buscarte en donde no estás,
de hecho, a menudo, te busco
en esa isla.
Podría encontrarte en ese lugar
o tal vez allí te encuentro
cada día,
lpero donde te quiero es
en el continente de mi alma,
contenido de una tierra de nadie
que lo es de mí por pertenencia
a esa extraña criatura
que es la vida.
A veces, estás
lo quieras tú o no.
A veces, la que no quiere
soy yo.
A veces, estoy,
y, otras veces, estando en ti
no estoy en mi y me pregunto
quien está entonces viviendo mi vida.
No parece muy maduro.
Tal vez, es posible, pudiera ser...
o quizás, no.
domingo, 10 de junio de 2018
Baldes de harina I
Con ella aprendí, que el autor no es su obra,
que los golpes que más hieren no llevan marca de enemigo;
que la caricía que no nutre intoxica;
que el interés acoraza el corazón.
Yo la esperaba sentada en su embarcadero,
viendo anclar naves que plegaban velas,
barcos que se hacían al mar,
marinería que trasegaba entre blancos y azules,
y mientras esperaba el tiempo,
aguardaba.
La ilusión te embarga
o te emborracha
en pasiones con dirección a resacas
vacías de alcohol.
Estaba preparada para todo
menos para molinos de tiempo.
En sus aspas inicié el remonte hasta el mediodía
y desde allí me despeñe en dirección a los años que pulvericé en la espera,
mientras la rueda trituraba en harina mi corazón.
La quise libre y libre me abandonó.
Travestir no es arropar
¿Quién se atreve a transformarte
y roba tu identidad?
Quién se atreve a revestirte con
los ojos de su madre,
los brazos de su padre,
los colores de su infancia,
el juego de los hijos que fueron o no.
Quién te ajusta a su piel de cordero
y pretende esclavizarte a sus huesos hambrientos
espoliando tu ser.
Qué cadena te sujeta a un bien
y prohibe que te pierdas
en tu instinto o en tu mal.
Bien travestido
que pretende hacer de ti
el padre perdido.
la madre dispersa,
el amigo ido,
el amor no alcanzado.
Quién trata de encarcelarte en
un sombrero de copa
y transformarte en conejo blanco
siendo tú de pelo negro
y aullido largo.
Gabriela no tiene corazón.
Su sangre se impulsa desde las plantas de sus pies y cada huella es el equivalente a un latido.
De ese modo, Gabriela no puede dejar de caminar.
Su vida depende del camino que sostiene sus pies.
Las suelas fuertes, herraduras de caballo para no desgastar la piel encallecida, al punto de ser cuero.
Gabriela camina sin fondo por las sendas sin fin, por las veredas eternas.
Algunas veces, se admira de un paisaje y lo recorre sin parar arriba y abajo dejando sus huellas de hierro en la superficie del manto.
Un camino que la ve irse para volver un instante después pisando fuerte.
Al principio, la tierra amable le agradece la atención, se siente útil y hasta querida siendo recorrida en cada centímetro de su piel con minuciosa precisión.
Después, pisoteada e inútil ya espera que Gabriela se desnorteé y varíe el rumbo.
Entonces, Gabriela camina sobre la hierba.
Y la hierba se siente bendecida por su ir y volver milimétrico hasta que descuartizada de sus pasos yermos ruega que se marche y no la hiera más.
Y, entonces, Gabriela camina sobre las flores. Y las flores se sienten embellecidas por su mirada que las acaricia una y otra vez con embeleso, hasta que desfloradas y rotas se marchitan y lloran de pena.
Gabriela no tiene corazón.
Gabriela no sufre, no siente empatía, tiene sus propios códigos ajenos al sentir de las tierras .
No reconoce las roturas ni tiene conciencia de que su paso por los caminos es una larga senda de huellas rotas.
Hasta que a Gabriela le crezcan las alas y en la caída al vacío le bata un corazón.
El amor y el dolor son sístole y el diástole de la compasión.
Solo quien siente compasión cuida y solo quien cuida, aparta la violencia para siempre de sí.
Poema Belén
acaricié entre los dedos su tierra.
Y la tierra me habló del árbol,
el árbol me acercó al pájaro,
el pájaro me trajo el canto
y con el canto volvió mi madre...
Con la madre retornó el alma
a la piedra agreste.
Brotó el agua...
Y alma tienen el canto,
el pájaro, el árbol, la piedra,
y la mano que con tinta cincelan
la paciencia eterna del tiempo
y su mano abierta.
Grata, siempre.
Ex toto corde.
Rosalina
se intuía pantano.
Era el helado de fresa de una tarde de verano;
se creía filo de hielo.
Era aceite bueno en el pan moreno;
se afirmaba migaja de cedazo.
Era la oquedad de la taza conteniendo el café;
se sentía vacía.
Era palabra de menta balsamizando el aire;
se ahogaba en humo.
Era caricia de viento fresco en el rostro franco;
se imaginaba calima de arena hirviendo.
Era sana como un roble,
aunque sus heridas supuraran penas.
martes, 5 de junio de 2018
Para Carmela, porque siempre deja un comentario. Gracias.
lunes, 4 de junio de 2018
Te quise
al árbol que mece sus hojas vestido de
verano.
Te quise como la palabra profunda ama
la cuerda que la tañe desde el centro del habla.
Te quise como la niña chica ama la mano que
la acompaña a buscar manzanas.
Te quise como el alma ajena a las prisa
del tiempo, acaricia lo eterno.
Te quise como se quiere cuando se ama
sin querer,
sin magias ni causas,
sin hilos,
sin doblez y sin esperanza.
Te quise mucho.
Fue para nada.
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