"Todos los días, mientras esperaba el ómnibus, un niño me apuntaba desde
un balcón con el dedo, y gatillaba como un rito su arma imaginaria,
gritándome "¡bang, bang!". Un día, solo por seguirle el rutinario juego,
también yo le apunté con mi dedo, gritándole "¡bang, bang!". El niño
cayó a la calle como fulminado. Salí corriendo hacia él, y vi que
entreabría sus ojitos y me miraba aturdido. Desesperado le dije "pero yo
solo repetí lo mismo que tú me hacías a mi". Entonces me respondió
compungido: "sí señor, pero yo no tiraba a matar".
domingo, 22 de febrero de 2015
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