lunes, 25 de noviembre de 2013
domingo, 24 de noviembre de 2013
martes, 5 de noviembre de 2013
Más que letras
Aprendí a escribir siendo muy pequeña y desde ese día un lápiz forma parte de mi cuerpo tanto como mis dedos, mis rodillas o mis ojos.
Al principio escribía mi nombre completo sin el María porque nunca me sentí demasiado unida a esa primera parte del nombre. Sin embargo escribir los segundos apellidos de mis padres me debía parecer de lo más natural porque nunca faltaban. Cuando me hicieron saber que aquellos apéndices no me pertenecían me asombré. Yo no dejaba de sentirme incompleta sin ellos; sin los apellidos de mis abuelas.
No podía entenderlo. Tiempo después aquella larga cadena de letras quedo reducida a un corto garabato ininteligible que utilize durante años. Un día sentí la necesidad de rubricar mi nombre de forma legible y clara y hasta hoy sigue siendo mi identidad más duradera.
Dicen quienes saben del tema que a través de una firma se puede conocer el estado de ánimo del rubricante; si denota temblor, inquietud, miedo o cualquier emoción presente en el momento.
Hoy mi firma ha tratado de ser legible, clara, limpia, agradecida, emocionada, alegre y solemne.
Hoy me he sentido realidad del sueño de tantas personas que han luchado porque quienes nacimos libres e iguales lo fueramos ante la ley y el derecho.
He sido testigo de la apertura de un expediente que tendrá que volver a rubricarse más tarde en una ceremonia civil de matrimonio entre dos mujeres.
Dos mujeres a las que quiero y quiero, que me han dado la oportunidad y el gozo de estar y compartir un momento importante de sus vidas.
Son papeles, son meros trámites administrativos pero son mucho más que eso.
Es el sueño de quienes nos soñaron libres e iguales y quienes tuvieron en sus mentes y en su lucha un momento como el que hoy hemos vivido y que aparecía como una utopía que hoy es realizable. Porque es cuestión de justicia que así lo sea.
Somos un sueño hecho realidad. Una realidad soñada y agradecida.
Al principio escribía mi nombre completo sin el María porque nunca me sentí demasiado unida a esa primera parte del nombre. Sin embargo escribir los segundos apellidos de mis padres me debía parecer de lo más natural porque nunca faltaban. Cuando me hicieron saber que aquellos apéndices no me pertenecían me asombré. Yo no dejaba de sentirme incompleta sin ellos; sin los apellidos de mis abuelas.
No podía entenderlo. Tiempo después aquella larga cadena de letras quedo reducida a un corto garabato ininteligible que utilize durante años. Un día sentí la necesidad de rubricar mi nombre de forma legible y clara y hasta hoy sigue siendo mi identidad más duradera.
Dicen quienes saben del tema que a través de una firma se puede conocer el estado de ánimo del rubricante; si denota temblor, inquietud, miedo o cualquier emoción presente en el momento.
Hoy mi firma ha tratado de ser legible, clara, limpia, agradecida, emocionada, alegre y solemne.
Hoy me he sentido realidad del sueño de tantas personas que han luchado porque quienes nacimos libres e iguales lo fueramos ante la ley y el derecho.
He sido testigo de la apertura de un expediente que tendrá que volver a rubricarse más tarde en una ceremonia civil de matrimonio entre dos mujeres.
Dos mujeres a las que quiero y quiero, que me han dado la oportunidad y el gozo de estar y compartir un momento importante de sus vidas.
Son papeles, son meros trámites administrativos pero son mucho más que eso.
Es el sueño de quienes nos soñaron libres e iguales y quienes tuvieron en sus mentes y en su lucha un momento como el que hoy hemos vivido y que aparecía como una utopía que hoy es realizable. Porque es cuestión de justicia que así lo sea.
Somos un sueño hecho realidad. Una realidad soñada y agradecida.
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