Llevo mucho tiempo sin actualizar, no he tenido ni tiempo ni ganas de hacerlo. Pero sigue siendo mi blog y lo visito con frecuencia, más que nada para ver como se mueve la barra lateral y las personas siguen vivas y cuentan sus historias.
Desde el punto y coma hasta ahora no me han pasado cosas muy divertidas que contar y las tristes no las puedo ni quiero recordar, pero me apetece contar que hace poco sufrí una lluvia de gatos que a poco pone fin a mis lindos ojos verdes, (si, son verdes) y me restaura el cutis.
Estaba en la leñera, parada esperando que mi memoria se dignara aparecer para decirme que estaba haciendo allí, puede que a cualquiera le parezca fácil averiguar que se busca en el rincón de la leña, pero mi cerebro a ratos se desconecta de mi. Pues en esas andaba cuando desde el tejado oigo trotar al séptimo de caballería y me asusto. Me retiro un paso, miro hacia arriba y por arte de magia y de los gatos gamberros que lo perseguían, veo caer un gato de por lo menos 40 kilos. Entonces me sentí como Piolín y me dije aquello de "creo que vi caer del cielo a un lindo gatito"
Agggg el gato no cayó sobre mi por el paso que retrocedí a tiempo lo que me hace seguir creyendo que dios existe.
El pobre cae como caen todos los gatos, panza arriba y me mira horrorizado, claro que no me había peinado aún y no es para menos, pero guapo podías haber disimulado un poco que me vas a deprimir, (bueno lo mismo no me miraba así por ver mis rizos despeinados) y se lanza en dirección norte mientras yo huyo en dirección sur. Asustados estábamos los dos, mientras el gato raspilla se partía las costillas de la risa.
El gatazo que cayó descuenta una vida de siete, pero a mi a poco no me quedó ninguna, solo imaginar que me hubiera caído encima tiene el efecto clic, clic, clic en mis rodillas otra vez.
De como sacamos al gato de la leñera y la manía que me tiene desde entonces, lo contaré en otro post si es que alguien se digna a leer este.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
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