A ti que sonríes con ternura y dolor y a pesar de todo, sonríes.
A ti que guardas caja fuerte de lagrimas secretas en tu oculto palacio.
A ti que recorres un desfiladero de rocas agrias con los pies descalzos.
A ti que sabes que no templa el aire cuando la veleta marca el norte.
A ti que recoges espinos de las flores sembradas de marzo.
A ti que no contemplas la bendición de los días porque no hallas luz para percibirlas.
A ti que tanteas a ciegas en la orilla un agujero negro.
A ti, quiero pedirte que busques alivio a tu dolor en la mano invisible pero cierta que te dio la vida,
que te resguardes del cierzo aunque sea en la mínima brizna de yerba que no faltará en tu jardín,
que multipliques el vuelo de la mariposa que baila para ti en la ventana,
que entornes los ojos, que seques tus lagrimas aunque sea con las manos rotas y un trapo sucio,
que no calles tu pena, que grites tu dolor hasta donde te den las fuerzas porque incluso en el desierto el viento arrastrará tu voz y un alma sensible reconocerá tu llanto, que también fue suyo, y enjugará contigo el pantano que tú y yo sabemos que no se drenará solo ni lanzándole flores.
A ti te pido que abras la ventana, que tiendas tu dolor al sol y que respires el aire porque también es tuyo.