miércoles, 16 de agosto de 2017

Cosas de niños. Dolor de envidia


Los niños se han convertido en un bien escaso. Antes los pobres los tenían a montones. De hecho, creo que de ahí viene la palabra proletario,  de quien es tan pobre que solo tiene a la prole (palabra que se encuentra moribunda,  porque ya no  hay proletarios ni obreros, todos somos clase media burguesita).

Hoy entre los pobres no sé, porque siempre han sido unos inconscientes, pero entre la clase media pobrinha tener hijos es para pensarlo. Horarios de trabajo inteminables, hipoteca, poca ayuda familiar, guarderias caras...Los niños acabarán convirtiendose en cosa de ricos.  Hasta eso nos van a quitar. La vida al revés. Vivir para ver.

En mi familia hay dos pequeños y muchos adultos que tratamos de pasar con ellos el mayor tiempo posible, porque les queremos, porque  aligeran la vida. Donde hay niños hay alegria. Aunque yo siento que están un poco solos. No tienen muchos amigos. Contados los del cole y en vacaciones no coinciden con ellos.

Cada vez que tengo oportunidad salimos e inventamos juegos, cuidamos de las gallinas, regamos las plantas, vamos a correr o a nadar y al menos por un rato no tienen la table en la mano.

En las fiestas del poblado fuimos a dar una vuelta por la feria y en las camas elásticas el niño, que tiene siete años, sufrió un levísimo percance y una más leve escoriación en un pie, cosa que le privó de subir a los hinchables con su hermana que se lo pasaba pipa, mientras, él sentado en una silla con cara de rasilla, se sorbía los mocos.

-¿Te duele mucho?, pregunté.
-Tengo un dolor atroz, respondió.
-Entonces no podrás subir al hinchable del reloj no vaya a empeorar esa atrocidad.
-Me siento un marginado, refunfuñó.
- Hombre, un marginado sería si estuvieras allí sentado solo en medio de la plaza, pero aquí instalado en una cómoda butaca rodeado de abuelos solo pareces uno de ellos.
Y ya con un cabreo considerable, terminó diciendo que no continuara con aquella burla, que bastante dolor tenía él.
-Tan atroz es el dolor? pregunté.
- Sí, me dijo. No sabes que atroz es este dolor de envidia que siento ahora.

Pobrecico

martes, 15 de agosto de 2017

Pan de hoy...

Siempre fue así. Yo te miraba desde mis calcetines cortos sentada en la escalera de la entrada. Tú pasabas moviendo las caderas con ese swing tan tuyo que podría distinguir entre una multitud. Solía salir detrás de ti, cuidandome mucho de que no me vieras, moviendo las caderas de forma exagerada, postureando. Yo no lo sabía, pero me fijaba en ti  porque eras distinta de todo cuanto me rodeaba. En el fondo no sentía más que admiración. Imagino que eras un espejo donde me gustaría ver crecida y yo me animaba a ello porque había propuesto no crecer. En realidad, no sé si a quien le hacía burla era a ti, a mi destino o a mis caderas.

Siempre fue así. Yo te miraba desde abajo, con mi vaso de hojalata lleno de zarza mientras tú tomabas una de esa copas de cristal finísimo con dos dedos y saboreabas aquel vino único y exclusivo.

Así  fue siempre. Yo  te quería desde la admiración, desde ese lugar incómodo para querer desde el cual no es posible encontrar a un par, a una par. Hubiera sido mejor valorarte en lo que eras, en lo que siempre fuiste, en la realidad y no desde la fantasia falta de imaginación de mis rodillas al aire.

La primera vez que visité tu ciudad fue un aniversario especial para ti. Y yo creí (porque entonces aún creía en el destino) que aquella señal no podía ser en vano. Y soñaba que aquel aniversario también fuera nuestro. Pero sigue siendo el aniversario de aquel día, de aquel año.

Tu ciudad me impresionó, lo cual no es mucho decir teniendo en cuenta que a mi me impresiona cualquier lugar con más de cinco casas y un bar. Pero en honor a la verdad, es una ciudad muy bonita. Con un punto urbanita que la hace distinguirse entre las poblaciones de alrededor.

Tú rodabas, como ahora, con la vida fluyendo tras de ti, como levitando, sin mochila como las personas educadas para avanzar sin tropiezos a pesar de los escollos. Yo llevaba mi vida a brazos, envuelta en papel de estraza, en vilo, sintiendo como caían gotas de sudor  a mi halda, persiguiendo a la vida sin que ella me tuviera en cuenta. Caminando a tropezones.

Siempre fue así. Un bucle. Hubo, sin embargo, un tiempo en que nos quisimos sin querer. Como por casualidad. Como en las películas que tanto daño han hecho a los amantes pasajeros que quisieron ser eternos. Perdimos el temor y nos embarcamos sin  pudor en conocernos en un camino de tierra roja para el que no existían puertas. Yo perdí un calcetín y el vaso de zarza en no sé que calle y me agarré a los látidos de tu corazón aquel día que golpeaba tan fuerte en mi mejilla. Creí que latía de aquel modo por mi, porque yo seguía creyendo en el destino. El mío, saltaba con una contentura que no le noto hace tiempo. Desde que no te veo.

Y será que no tiene que ser, aunque no crea en el destino. Y será que cuando te llega ni aunque te quites y cuando no quiere ni aunque te pongas. Será. Pero te echo de menos. A ti y a quien soy cuando estoy contigo. Y me gustaría compartir el pan  todos los días, compañera. Pero a ti, a ti no te gusta el pan por más que yo me haya aficinado al buen vino.


jueves, 3 de agosto de 2017

¿Cómo puede ser ausencia?

¿Cómo puede ser ausencia una ausencia en que la muerte me priva de verte, pero no de tu presencia? Si llevo en mi tu existencia como lucero escondido que íntimo y sumergido sabe mi vida alumbrar, ¿cómo es posible pensar que al morir te has extinguido? Elías Nandino

Ayer

 Esconde tus manos, como si fueran garras de  usura, Esconde tu alma  como si fuera lodo feroz Oculta tus ojos, que nadie lea la vergüenza e...