Con ella aprendí, que el autor no es su obra,
que los golpes que más hieren no llevan marca de enemigo;
que la caricía que no nutre intoxica;
que el interés acoraza el corazón.
Yo la esperaba sentada en su embarcadero,
viendo anclar naves que plegaban velas,
barcos que se hacían al mar,
marinería que trasegaba entre blancos y azules,
y mientras esperaba el tiempo,
aguardaba.
La ilusión te embarga
o te emborracha
en pasiones con dirección a resacas
vacías de alcohol.
Estaba preparada para todo
menos para molinos de tiempo.
En sus aspas inicié el remonte hasta el mediodía
y desde allí me despeñe en dirección a los años que pulvericé en la espera,
mientras la rueda trituraba en harina mi corazón.
La quise libre y libre me abandonó.
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