viernes, 18 de enero de 2019

Entre cuento y cuento un verso.

La madrastra (una mujer que parece una madre pero no lo es, porque le falta el principal ingrediente que tienen las madres buenas) tomaba el espejo en sus manos y le preguntaba cada mañana, espejito, espejito mágico ¿quién es la más bella del reino? Y el espejo no podía devolverle la imagen de su alma por la sencilla razón de que la madrastra no tenía un alma, ni un ego, ni un corazón propio que mostrar. La madrastra es como una carcasa vacía, imposible de llenar. Cuando el espejo le mostraba la imagen de la muchacha más bella, se llenaba de envidia feroz y reclamaba que le trajeran su corazón en una caja.

Ella necesitaba apropiarse del corazón de las doncellas tiernas e ingenuas y lo conseguía mediante un proceso de seducción,  urdido con la intención de  arrebatar de sus almas la bondad que sí  tenían, las emociones que sí latían y la dulzura que sí es una de sus cualidades principales. Y así, parasitando a quienes vampirizaba, curiosamente, siempre a doncellas nunca a mujeres hechas que descubrieran sus ardides y pudieran ponerla en su sitio de un zapatillazo, les ofrecía esa manzana roja, jugosa, dulce y deliciosa que las almas cándidas mordían.  Al llevar a la boca la fruta envenenada  se desvanecian, porque el veneno intoxicaba su entendimiento, su intuición,  cercernaba su instinto y sin defensas la madrastra entraba en la casa de sus almas para dejarlas sin energia, aturdidas, confusas  sin entender que sucedía, porque no puede ser que una manzana deliciosa condujera a tal debacle.. Las doncellas sin autoestima, aturdidas y envenenadas caían  paralizadas, catatónicas  porque nadie puede vivir con el alma violada por el puño de un espejo. Y es tan difícil despertarlas que solo el amor verdadero puede devolverlas a la vida:  Extraer el trozo de manzana que ha quedado en medio de su cuerpo sin entrar ni salir. Claro que para entonces la vida ya no será la misma, ellas no serán las mismas y aunque la medicina opere las maravillas del amor, el tiempo se habrá perdido irremediablemente. La desolación será terrible, la psicoterapia no encontrará un campo más minado que ese. La esperanza reparará  algunas  secuelas del veneno, no todas, no para siempre y la llama poco a poco dejará de crepitar para dar luz.

 El mejor antídoto será la prevención: si parece demasiado bueno, si casi parece de mentira, probablemente lo será. No dejar nunca de lado la dignidad ni la precaución,  no dejarse convencer de que para amar hay que  arrancarse los  dientes ni las garras como "El león enamorado".
Y lo más importante de todo, la vacuna más efectiva: No creer en los cuentos de hadas ni en los principes azules ni en las almas gemelas ni en la suerte, los hilos rojos, el destino  u otras yerbas, porque el amor es trabajo, es construcción.

Recuerda siempre que el lenguaje nos avisa: encantar, hechizar, fascinar, subyugar serán en muchas ocasiones sinónimos de engatusar, lo que viene a ser: dar gato por liebre.

El amor no nos exije la donación total sin prevenciones ni cuidados,  porque el mundo está muy lleno de madrastras y madrastros sin alma, sin emociones y sin conciencia. Los amores buenos se reconocen porque no nos restan y si nos suman. No nos aisla, por el contrario, nos acompaña de la mano y nos muestra al mundo con sencillez y alegría.

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