En medio de un medio de nudos, púas y alambres, la luz siempre parecerá muy frágil, y, sin embargo nada hay más poderoso que la luz; ni siquiera la oscuridad es otra cosa que ausencia de ella.
A Carmen Alborch no la he conocido en persona nunca, no ha sido necesario para admirarla. Era una mujer que se expandía desde cualquier punto desde el que sonriera, y de la que la intuición siempre fiaba de seriedad y buen hacer, porque la sonrisa abierta se alineaba con una mirada rotunda y humana.
De esas mujeres y hombres que aligeran la vida por donde pasan y nada en ellas y ellos es frívolo ni caprichoso, sino verdadera escuela.
Dice Maruja Torres que Carmen era "agua clara", y si se lo permiten la compara con la Bernarda Alba que dice es Aznar. Y son la luz y la oscuridad. Pero recordemos que la oscuridad solo es la ausencia de luz y que la fatalidad de la fuente es el mar. Por ello luchó Carmen hasta ayer. Hoy, no valen las lágrimas por ella nada más que si se destinan a continuar esa senda de serenidad alegre que arrima el cuerpo entero para la justicia y la paz.
La tierra le ha de ser leve a su espiritu elevado.
jueves, 25 de octubre de 2018
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