Algunos días, vuelvo del trabajo con el corazón envuelto en un pañuelo blanco para que no se me ahogue entre las alambradas y el lodo que arrastran los filos de un bisturí. Los blancos momentos de la Navidad se convierten en un barrizal triste y miserable en alegrias que transpira irrealidad.
Algunas noches, regreso con el corazón convertido en cristal roto que tu paciencia recompone hilo a hilo hora a hora mientras entrelazas en mis dedos todos los mimbres de amanecer.
Algunos días llevan en su interior sombra espesa que convierte la historia en un café helado para que no fenezca de tanta tragedia.
Algunas veces rugo salud y la vida se sienta a mi lado deshojando margaritas hasta que un acero afilado finamente trae la prórroga.
Así las polaridades se expresan:
Al lado del veneno, el antídoto.
Junto al dolor, el remedio.
Al otro lado de la amargura, tú.
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