Hay seres humanos- los menos humanos de todos- que creen que nadie
hay que merezca la humanidad más que ellos mismos- los más carentes de
ella.
Hay un hombre que, por más poderoso sea o se considere, por
más que monopolice las sedas en el armario de su casa de caudales, no
podrá usar más de un traje por vez, aunque su codicia dejé desnudos a
miles.
En un cuerpo solo cabe un traje.
Hay un hombre que
es dueño de la necesidad de tantos, que solo puede comer un pedazo de pan
de vez en vez, por más que en sus graneros rebosen las hambres de otros.
Hay un hombre que guarda con llave en su biblioteca las mejores plumas y dispone de todas las tintas para manipular a interés compuesto y que coloca la educación en el estante más alto para que nadie descubra lo que es leer.
Hay un ser que se pavonea de tener a un dios en su
cartera de desvalores y para el cual el agua del pozo revierte sin ser capaz de
ofrecer un vaso al sediento, por miedo a la sed. Una sed insaciable que
convierte en desierto hasta el mar.
Hay muchos hombres y mujeres que
quieren cambiar el mundo y llenarlo de ideas de cooperación
y que apesar de ellas son incapaces de aunar esfuerzos y disposiciones en una sola mano o en un
solo papel.
Hay un mundo que se une para no dar y un mundo que se
dispersa para aunar. Hay un mundo que no se eleva porque no tiene la valentía de ser
humilde ni por media hora.
Vivimos en una sociedad alta que se pavonea como si
vistiera el mejor abrigo de pieles y calzara el más fino tacón mientras
pasea en raída bata de guata y zapatillas rotas.
Sin embargo en algún lugar, existen hombres y
mujeres que conocen el remedio para esa tan gran desolación. Que han visto nacer flores en el pareazo más destruido cuando el sol besa su tapia en primavera. Hay seres humanos desposeídos de mucho que conocen la sabiduría de todo y saben que se puede comer en muchas bocas, andar en muchos pies, abrazar en muchos cuerpos, aprender en muchas vidas... cuando tú y yo somos nosotros.
jueves, 12 de febrero de 2015
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