jueves, 30 de junio de 2011

espasmo

Hace un tiempo, mientras paseaba una tarde-noche del invierno pasado, casi que inconscientemente metida en mis pensamientos sin rumbo definido, oí de fondo llorar a Israel  y saliendo del ensimismamiento avancé deprisa hacia donde venia el llanto,  del callejón donde vive.
Conforme me iba acercando veía que el niño estaba solo, llorando con la mayor de las desesperaciones, aporraceando la puerta de casa que estaba cerrada, congestionado al máximo, tanto que pensé que se podía asfixiar del espasmo que le nacía de adentro.
Cuando llegue a él y se giro al decir su nombre, se abrazo a mi con tal fuerza, con tal fuerza que apesar de lo pequeño que es, me hacia daño. Sin parar de llorar, desesperado, me clavo las uñas en el cuello y hasta me mordió.

Saliósu madre al minuto y le pregunte qué pasaba.
Todo se reducía a una rabieta por la cena y al no hacerle caso, le castigo dejandole fuera unos minutos.
No fueron muchos, pero los suficientes para que el niño se sintiera morir. Era la segunda vez que le castigaban de esta forma.
Y se encendió una luz para mi.
¿Cuantas veces repetirá Israel esa escena en su vida? ¿Cuantas veces el miedo horroroso al abandono que ya esta instalado al nacer, se refuerza con castigos y comportamientos como éste de su madre u otros parecidos, que sin ser tan extremos, fundarán en él temor a al abandono la herida principal de su corazón.
¿Y cuantas veces creerá encontrar a alguien que alivie este miedo atroz e incluso le morderá le corazón y le clavara las uñas y le podría hasta hacer daño mientras busca consuelo para su temor?
¿Y yo, cuantas veces he repetido en mi vida esta escena, de mil maneras distintas, fusionandome con quien podía calmar mi miedo y llenarme del amor del que me he sentido carente toda mi vida? ¿cuantas veces le mordí y le arañé?
Conocerla fue para mi algo parecido a  una locura, un parche en mis carencias, una perdida de mi individualidad que se entregaba para fundirse con ella que también dejo de ser quien era por un momento.
La pasión es solo un deseo de amor, incluso se puede transformar en amor, ocurre a veces.
Cuando comienza la calma, cuando te recuperas de nuevo, cuando vuelves a ser tu y te puedes distanciar un poco de la otra persona.
Pero cuando se tiene mucha necesidad de ser amado y se trata de llenar el vacío de esa carencia de amor por uno mismo con el amor de otro, es fácil sufrir mucho y hacer sufrir de forma inútil.
Me quede instalada en esa forma infantil de amar durante bastante tiempo, en el ansia de ser amada y no quise curarme de la pasión que suponía volver a ser yo y no quería.
Y naturalmente ella se fue. Y sufrí como un animal, con el mismo miedo que reflejaban los ojos de Israel, con la misma intensidad, con la misma desesperación.
Luego la vida tuvo compasión de mí, me iluminó el camino oscuro; me enseño a leer en mi brújula interior, en mi vocación y en mi talento; a redescubrirme y a perdonarme, a amarme y a pedir perdón.
A desterrar la idea de que amor y sufrimiento van juntos, a renunciar, al conflicto como forma de exigir amor, al dominio y a buscar crecer y crecer en libertad. Y no ha sido un camino fácil, aún no lo es.
Quien ama cuida del otro y se responsabiliza por su propia vida, quien sabe amarse sabe amar.
Yo la eche de mi lado con mi comportamiento porque no podía soportar que se fuera ella primero, que me dejara llorando en la puerta de casa, desesperada y sin consuelo tal y como había sido mi vida hasta entonces.
El viernes la volveré a ver después de cientos de años, en una cena de antiguos amigos.
Nunca me ha vuelto a dirigir la palabra. Pero ahora si me gustaría hablar con ella.

3 comentarios:

  1. Waoooo, Cereza, me has dejado sin palabras y sin aliento. El texto magnífico, el contenido tremendo. Me has descrito perfectamente y, sin embargo, la experiencia es tuya. Así que debimos ser abandonadas muchas veces -o pocas- grabadas a fuego. Sí, bastan dos minutos de abandono para que estos duren toda la vida. Menos mal que la vida da cientos de oportunidades para aprender, para salir de los fosos oscuros, para alejarnos y para encontrarnos. Yo también aprendí a amar -y a dejarme amar- de una forma parecida a la que describes.

    No sé si quiero hablar con ella.


    Me he cabreado mucho con la madre de Israel. Dile de mi parte -si puede ser con el niño en brazos tuyos- , dile, que eso no se hace, que Israel merece todo el respeto del mundo, que él vale mucho más que una cena.

    Un abrazo

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  2. Me has hecho recordar el primer recuerdo que tengo de sensación de abandono:
    http://candelachica.blogspot.com/2009/03/mama-se-va.html
    No se trataba de un castigo sino de algo normal, una salida de mi madre, pero yo lo viví como un para siempre, porque no me lo explicó nadie, solamente me entretuvieron para que no me diese cuenta de que ella se iba. No fue una rabieta mía, fue un inmenso sentimiento de pérdida, de abandono, así que puedo perfectamente ponerme en la piel de ese niño. Yo tenía 3 años.

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  3. *Morgana, le dije y se lo diré otra vez de tu parte.
    Universidades de padres, ¡ya!
    Afortunadamente la vida nos da tantas oportunidades, como bien dices, que se puede sobrevivir, creo que hoy lo llamamos resilencia. No importa tanto lo que la vida hizo de nosotras como lo que hagamos nosotras de la vida.
    Beso grande.

    *Güertana, sé que el llanto de rabia es diferente al llanto de desespero, aunque esten entremezclados, hasta las lagrimas tienen distinto sabor, el suyo era de miedo.
    No sé porque rechazas a quien quiere acercarse, yo lo hacia porque no sabia defenderme y temia que cualquiera podria aniquilarme, entre otros motivos.
    Un besito amiga.


    *Candela, he releido el post que comentas, y si que existe similitud, él todavia no habia cumplido los 4 años. Después de haber sobrevivido algunos abandonos, ya sabemos que hay vida más allá de ellos, pero los niños no tiene conciencia del tiempo. No sé si habrá un dolor mayor.
    Un beso y un abrazo fuerte, fuerte.

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