Con todos estos comentarios que he oído y visto en estos días sobre los malos tratos me trae a un estado de ánimo un poco más triste que de costumbre, además hoy día 26 de noviembre una mujer muy especial en mi vida cumpliría 42 años.
Sí mi infancia y mi adolescencia fue algo complicada para ella fue mucho mas dura, era solo dos años mayor que yo vivía a dos puertas de la mía, tenia cinco hermanos mayores y una hermana pequeñita.
Su madre, Carmina se buscaba la vida como podía y el padre, Eugenio también se buscaba la vida pero para él nada más.
Contaban que en un viaje que hicieron a Barcelona con dos de los niños mayores pensaron dejarlos en alguna calle de la ciudad y volver al pueblo sin ellos, estaban convencidos que los recogerían y los adoptarían por allí, de hecho los dejaron en un puente y se largaron, serían dos bocas menos.
Al cabo de unas horas volvieron al mismo lugar para ver si ya no estaban, pero los niños que tendrían 5 y 6 años entonces, no se habían movido de su sitio, estaban muertos de frío y de miedo pero estaban vivos y nadie los había adoptado aún.
Supongo que en algún lugar de su conciencia habría un resquicio de lucidez y regresaron con ellos.
Se que no compraron los billetes de tren, de que forma llegaron y como hicieron para volver no tengo noticias.
Si los malos tratos eran habituales en casa, al menos mi padre trabajaba y podíamos comer y vestir y jamás pasamos necesidades en ese sentido, ella no podía decir lo mismo, Eugenio pasaba borracho la mayor parte del día y sin trabajo fijo, conseguía alguna chapuza de cuando en cuando, pero claro eso no daba para comer tres veces al día ni siquiera para él.
La hermana mayor servía en casa de uno de los hombres con mas dinero de por aquí, y cuando sus hijas se marcharon a estudiar a Madrid se la llevaron con ellas, enviaba algún giro de cuando en cuando.
Creo que no ha vuelto por aquí en más de tres o cuatro ocasiones desde entonces.
Los chicos trabajaban en lo que encontraban, porque el colegio no les gustaba, claro que si en casa estaba el padre y la hebilla del cinturón, en el colegio se burlaban de ellos y les aislaban, preferían no ir y buscar trabajos eventuales en el campo o en alguna de las
fabricas de madera que funcionaban entonces.
La abuela que también vivía en la casa, de hecho la casa era suya, vendía platos, cacharros de cocina y en una ocasión un cientos de pares de medias que había traído de no se sabe donde su yerno, con tan mala suerte que la policía les estaba siguiendo la pista y le obligaron a devolver a su legitimo dueño todas las medias que ya había vendido la pobre mujer.
No hubo mas remedio que volver casa por casa, y recogerlas con la promesa de devolver el dinero en cuanto pudiera, no recuperó todas las medias claro.
Ella era muy activa, un culo inquieto que no podía estar sentada mas de cinco minutos sin buscar algo que hacer, normalmente ese algo también me incluya a mí y por lo que seguro me llevaba alguna galleta, desde colarnos a la casa de su tía y llevarnos las ciruelas del árbol que tenia en el patio o saltar de tapia en tapia, o alrededor del brocal del pozo (cada vez que lo recuerdo me da un escalofrío), hacer rabiar a cualquiera de los pequeños que jugaban en la calle, y si llegaba el caso hacerle burla a Evaristo, que era un señor mayor con muchas malas pulgas, pero no tan rápido como para alcanzarnos.
Evaristo era el único de la calle que tenía teléfono, todas las conferencias las ponían los vecinos en su casa y recibía todos los recados, hasta que en mi casa también fuimos modernos y tuvimos uno, y poco tiempo después cuando se marcharon él y su mujer a casa de los hijos porque estaban muy mayores, las conferencias y los recados pasaron a mi casa.
Así nos enterábamos de las riñas con los novios de las chicas, de todos los problemas que tenían los chicos en la mili, como el teléfono estaba en el comedor y a menudo llamaban a la hora de comer, compartíamos las inquietudes con todo el vecindario.
Evaristo me quería mucho a pesar de las veces que le hacia correr y nunca se chivaba a mi madre por ello “ese diablillo amiga tuya no es buena compañía”- me decía.
Y sí, tenia razón, que yo era un peazo pan, pero la hubiera seguido al fin del mundo, y a punto estuvo de ocurrir.
este relato continuará, ¿verdad?
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