Siempre fue así. Yo te miraba desde mis calcetines cortos sentada en la escalera de la entrada. Tú pasabas moviendo las caderas con ese swing tan tuyo que podría distinguir entre una multitud. Solía salir detrás de ti, cuidandome mucho de que no me vieras, moviendo las caderas de forma exagerada, postureando. Yo no lo sabía, pero me fijaba en ti porque eras distinta de todo cuanto me rodeaba. En el fondo no sentía más que admiración. Imagino que eras un espejo donde me gustaría ver crecida y yo me animaba a ello porque había propuesto no crecer. En realidad, no sé si a quien le hacía burla era a ti, a mi destino o a mis caderas.
Siempre fue así. Yo te miraba desde abajo, con mi vaso de hojalata lleno de zarza mientras tú tomabas una de esa copas de cristal finísimo con dos dedos y saboreabas aquel vino único y exclusivo.
Así fue siempre. Yo te quería desde la admiración, desde ese lugar incómodo para querer desde el cual no es posible encontrar a un par, a una par. Hubiera sido mejor valorarte en lo que eras, en lo que siempre fuiste, en la realidad y no desde la fantasia falta de imaginación de mis rodillas al aire.
La primera vez que visité tu ciudad fue un aniversario especial para ti. Y yo creí (porque entonces aún creía en el destino) que aquella señal no podía ser en vano. Y soñaba que aquel aniversario también fuera nuestro. Pero sigue siendo el aniversario de aquel día, de aquel año.
Tu ciudad me impresionó, lo cual no es mucho decir teniendo en cuenta que a mi me impresiona cualquier lugar con más de cinco casas y un bar. Pero en honor a la verdad, es una ciudad muy bonita. Con un punto urbanita que la hace distinguirse entre las poblaciones de alrededor.
Tú rodabas, como ahora, con la vida fluyendo tras de ti, como levitando, sin mochila como las personas educadas para avanzar sin tropiezos a pesar de los escollos. Yo llevaba mi vida a brazos, envuelta en papel de estraza, en vilo, sintiendo como caían gotas de sudor a mi halda, persiguiendo a la vida sin que ella me tuviera en cuenta. Caminando a tropezones.
Siempre fue así. Un bucle. Hubo, sin embargo, un tiempo en que nos quisimos sin querer. Como por casualidad. Como en las películas que tanto daño han hecho a los amantes pasajeros que quisieron ser eternos. Perdimos el temor y nos embarcamos sin pudor en conocernos en un camino de tierra roja para el que no existían puertas. Yo perdí un calcetín y el vaso de zarza en no sé que calle y me agarré a los látidos de tu corazón aquel día que golpeaba tan fuerte en mi mejilla. Creí que latía de aquel modo por mi, porque yo seguía creyendo en el destino. El mío, saltaba con una contentura que no le noto hace tiempo. Desde que no te veo.
Y será que no tiene que ser, aunque no crea en el destino. Y será que cuando te llega ni aunque te quites y cuando no quiere ni aunque te pongas. Será. Pero te echo de menos. A ti y a quien soy cuando estoy contigo. Y me gustaría compartir el pan todos los días, compañera. Pero a ti, a ti no te gusta el pan por más que yo me haya aficinado al buen vino.
martes, 15 de agosto de 2017
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
25 noviembre
Las mujeres han existido desde siempre, como las vasijas y el ajuar; un poco menos que los árboles y las gallinas y un poco más que las es...
-
Las mujeres han existido desde siempre, como las vasijas y el ajuar; un poco menos que los árboles y las gallinas y un poco más que las es...
-
Esconde tus manos, como si fueran garras de usura, Encierra tu alma como si fuera lodo feroz Oculta tus ojos, que nadie lea tu vergüenza ...
-
Hay historias y recuerdos que guardamos en el alma que no sabemos que forma tienen ni que verdad late en ellas porque no las compartimos co...
Encuentra el calcetín. Que vuelva la contentura.
ResponderEliminarMe ha gustado leerte.
Un abrazo
Gracias, silbante. Muy amable. Para el calcetín es un poco tarde pq me han crecido los pies, pero para la contentura siempre hay tiempo.
EliminarSaludos.